sábado, 1 de julio de 2023

Il giro d`Sicilia

 


Llega julio, el calor. Suena en italiano algún cantante que me hace creer que al pillar dos palabras algo se me ha quedado de esa lengua hermana. Cultura e historia de un pueblo bañado por el Mediterráneo, tal como nosotros. Nuestros primos al este de este mar nos invitaron siempre a querer probar sus mieles. Reflexionaba hace apenas una semana cuando desde nuestro diminuto coche de alquiler verde pistacho íbamos completando nuestro Giro a la Sicilia y sonaba desde el Spotify temas tan clásicos Felicitá, Il mondo o Gloria, y uno acertó a pensar que en aquellos 70` de represión franquista una España ansiosa de libertad vio en la época del destape el mejor camino de llegar a ella. Y puede que ellos vieran un gran negocio en estas necesidades fruto de una represión sostenida por décadas. Y así, el recién fallecido capo Berlusconi lo vio claro también con Telecinco y su modelo “Mamachicho” alguna década después. De ese modo, uno empieza a entender algunas de las claves de por qué nos parecemos tanto los unos a los otros. 


En este mundo tan globalizado hace demasiados años que las pizzas son algo tremendamente cotidiano en nuestra dieta, aunque aún a los pasillos de nuestros supermercados les faltan muchos ejemplares de pastas diferentes para competir a su nivel. Por otro lado, por desgracia, no sé muy bien por qué no hemos acertado a importar algo tan importable como los "cannoli". Y en estas divagaciones voy completando Il giro a la Sicilia sin rastros de la mafia, tan solo simpáticas referencias al Padrino en la música de alguna plaza en Taormina o en los imanes  y las tazas hechas souvenires. Puede que sí algún rescoldo de esta quede en lo caótico de las calles de Catania o Palermo y la desigualdad y suciedad vergonzante en las mismas. Nada, por otro lado, que nos resulte ajeno a los vecinos españoles.



Pero Sicilia, se sabe la isla más grande del Mediterráneo y puede que la más  protagonista a lo largo de los últimos 3 milenios de nuestra historia. En Agrigento podemos quedarnos boquiabiertos con  el Valle de los Templos en el que, columna a columna, friso a friso, cornisa a cornisa, nos cuentan que no hay restauración y es difícil dar crédito de que hayan pasado 2500 años desde aquello. Desde luego que ya no se hacen las casas, ni las cosas, como antes. Grecia vive más en Italia que en ningún lado, dicen algunos.


Uno se maravilla de cómo nos parecemos y cómo nos diferenciamos y como nos encanta estar en una isla hay que aprovechar que las aguas por aquí anden varios grados centígrados por encima de las nuestras, así que el snorkel será parada obligada para descansar. Del este al oeste hay que atravesar el Etna, imponente volcán que no para de humear, presumiendo, quizás, de ser el activo más alto de Europa, nos tiene acostumbrado a sus continuas erupciones, tanto es así que a veces hasta se paralizan vuelos en Catania. El coche nos lleva al Refugio de Sapienza a 2000 metros y desde allí paseamos hasta coger algo más de altura y adentrarnos (desde arriba) por algunos de sus innumerables cráteres. Como siempre que uno visita paisajes volcánicos se siente un marciano y tiene que robar alguna roca para traérsela a casa. Como vamos con los niños, coronarlo quedará pendiente para otra ocasión, pero el aperitivo ha sido más que sabroso. Al bajarlo nos enteramos de que en sus faldas se cría una variedad de pistacho, el Pistacho de Bronte, llamado el oro verde de Sicilia(que nos gusta poner oro + color a las cosas). Eso explica que prácticamente no haya comida que no lo lleve. También explica que bautizáramos a nuestro pequeño Skoda verde, “Pistachito”. Así que con Pistachito atrevasamos la Isla de este a oeste y paramos en Cefalú para emborracharnos con la belleza costumbrista, pequeña, de película de pueblo colorido costero. Pocas horas allí, otro sitio que marcarnos con un “queda pendiente volver”, aunque sepamos que ya van demasiados, es un juego demasiado goloso como para renunciar a él.

El noroeste de la isla es exuberante verde y con altos relieves, imponentes, muchos cerca del mar. La reserva Natural de Zíngaro queda al oeste de Palermo y nos hacen pagar 5 euros a los adultos para acceder a sus calas protegidas. Playas de postal nos cuentan que en el túnel excavado que atrevesamos al comienzo de la ruta tuvo lugar una de las grandes protestas ambientalistas de este país. En 1980 ecologistas,  agricultores y todo tipo de ciudadanos de la zona se enfrentaron a las excavadoras que solo pudieron trazar esa pequeña apertura de túnel en su proyecto de carretera. Desde entonces hasta hoy, ese tramo de unos 20 kilómetros de costa sigue siendo uno de los muy poquísimos del Mediterráneo libres de carretera. Maravilloso logro del ser humano en estas guerras que siempre suele perder.

Al bajar al sur de la isla va desapareciendo el verde, los cultivos se adueñan del paisaje, pero están lejos de ser monocultivos que monopolicen todo, así que aún existe cierta belleza. La isla parece fértil: cítricos, vides, olivos, aunque abundan los olivos centenarios,  esos que hace ya demasiado perdimos nosotros. Así transcurre el viaje y de nuevo hacia al sureste, igual que en nuestra península, se acrecenta la desertización, y con ella, los cultivos bajo plástico. Tal vez la zona más fea de la isla. Pero pronto volvemos a subir, nos aproximamos a Siracusa, algún pareje natural digno de estudio, playas kilométricas, bellos acantilados invitando a saltar, montañas que forman cañones y después la ciudad de Arquímides como otra de las joyas de la corona de esta isla que no deja indiferente a nadie. La Magna Grecia vuelve a aflorar entre calles que nos hacen preguntarnos si estamos en una suerte de ciudad híbrida entre Cádiz y Málaga, las semejanzas, una vez más, el pescaito frito coge cierto protagonismo para poder convivir con la pasta que lo impregna todo en este país, hasta el hartazgo de muchos. 

Sensaciones, experiencias, anécdotas, vivencias, también estrés o cansancio en otros momentos pero que el tiempo, como bien nos ha enseñado la experiencia, se empeñará en relegar a un segundo plano para dejar como únicos protagonistas a los primeros. El arte, el veneno de viajar, de pasar por esta vida conociendo, si acaso, un pequeño porcentaje de este ínfimo rincón del universo.

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