sábado, 16 de noviembre de 2013

Torna Negro


Hace unos 11 años, por estas fechas, un joven yo, embaucado por la vitalidad de los recién cumplidos veinte años y con una fuerte conciencia ambiental creciente debido a la carrera elegida y al inconformismo propio de los años, se encontró a sí mismo paralizado frente al televisor cuando estos hablaban de una emergente Marea Negra sobre las costas gallegas. La indignación, la tristeza, la impotencia fueron por muchos días en aumento. El odio encontró un objetivo recurrente en los dirigentes políticos señores miembros del Gobierno, que vendrían a serlo por muchos años hasta hoy. La conversación y el debate también resultaban recurrentes por esos días, y a la peor de las incompetencias gubernamentales se sumó la mejor y más tremenda de las formas de solidaridad. El pueblo español, especialmente los jóvenes, se unieron como piña y emigraron por unos días hasta aquellas maltratadas costas: La Marea Blanca.

Aún hoy, y por siempre, conservaré esa pequeña espinita clavada habiendo estado tan cerca de ir y finalmente no hacerlo. Sea como fuere la conciencia ambiental, la unión ciudadana, la solidaridad y un incipiente hartazgo de la clase política fueron patrón común en esos meses. Nunca Mais gritábamos todos sintiéndonos un poco más Gallegos. Dolía ver a gaviotas, cormoranes, tortugas, nutrias, delfines e incluso focas. La pesca cerrada. Las costas negras. El chapapote se convirtió, por desgracia, en la palabra de moda, y a cada informativo nos inundaban con nuevas imágenes de nuevas oleadas de chapapote tiñendo de negro la Costa D´morte. Pero también Asturias y hasta Francia.

Frases célebres inmortalizaron nuestros dirigentes por los días previos de las navidades del 2002. Uno que después hubo de ser Presidente del Gobierno y que por entonces era Ministro de interior, dijo que lo que salía del barco (cuando aún quedaban más de 30 mil litros de crudo) eran “unos pequeños hilillos de plastilina”. Jaume Matas, conocido por ser el prota del caso Noos y el penúltimo mafioso de la Isla Mallorquí era el máximo responsable en materia de Medio Ambiente. Sí señor, no lo dude ud., este individuo era el ministro de Medio Ambiente. El Ministro de Fomento, el señor Cascos, andaba de caza, y Cañete, responsable de Pesca, tampoco supo estar a la altura. Desde un primer momento el poder lo tuvo claro: la vieja táctica de la cabeza de turco. Fue el capitán del barco el señalado (como no podía ser de otra manera). De nada sirvió que dieran la orden de no acercar el barco una vez roto, aun cuando todos los expertos coinciden en señalar que de otro modo la desgracia hubiese disminuido notablemente. Nada. Desde un primer momento, a pesar de la indignación colectiva el asunto pintaba mal. Y la década pasó. Se fueron los populares, llegaron los socialistas, se fueron los socialistas, volvieron los populares. 11 años después el hartazgo es mayor en todos los sentidos y la calidad ambiental es, evidentemente, aún inferior a entonces. Nada aprendemos, nada mejoramos. Y el juicio llega.

También es nada.


Nada somos los que queremos que esto sea algo.


Pero volvemos a caer. Volvemos a evidenciar que somos tristes, mansos, desgraciados y vulnerables ante las decisiones que emanan del poder, que no es el pueblo por más que con un sufijo griego se empeñen en etiquetarnos. Nada de Demos. Nada de nada. Solo un plano que torna negro, 11 años después. Negro Fuel. Negro Crudo. Negro de alas embadurnadas. De peces muertos. De trajes blancos manchados. Negro chapapote. De Costas de la muerte. Negro de estar negros y no valer de nada.

Nunca Mais, aunque ellos no piensen lo mismo