jueves, 31 de diciembre de 2020

Por la vuelta de los Abrazos

 Se acaba el año, pero antes de la cena de gala, en petit comité pero de gala, toca comer un almuerzo sin nada de brillo, que solo plaque el hambre hasta la cena y que no nos lleve demasiado tiempo en su labor. A pesar de la simpleza suena la música, en este caso Vetusta Morla que suena insistente desde el pequeño altavoz de Alexa. Vetusta Morla para algunos suena a banda sonora de la vida, como esos pocos elegidos. Y pasan, cortando el ajo imágenes por nuestra memoria de este año para el recuerdo o el olvido, según se mire. “No quiero timón en la deriva. Cada cual que tome sus medidas. Hay esperanza en la deriva”. Y antes de echar las salchichas y mientras degusto la penúltima cerveza del año voy revisando el wasap que ahora tanto se llena con mensajes que nos desean lo mejor. Puede que desde este grupo u el otro, puede que resulte repetitivo e incluso cursi, puede que pueda que…pero, de un modo u otro, en estas horas de preparativos veloces todos desean lo mejor. Puede que incluso la perspectiva científica del momento nos haga ver lo subjetivo de esta celebración sobre el hecho de elegir este día y no otro cualquiera dentro de los otros 365 días en los que la Tierra gira alrededor del Sol. Pero, “Hay un himno para cada final, y una frase es para ti. Es tu turno. Sé que puedes hacerlo” A pesar de los pesares somos tribales y necesitamos de los ritos. “Compartimos el mismo andén. Hemos sido cabaña y temporal” y queremos creer que el “círculo vuelve a cuadrar”. Y este año, más que nunca, no en tu casa echando de menos a quien no ha podido venir por imposición gubernamental o aquellos otros que tampoco por la crudeza de este maldito virus, ni tampoco en este país, o en Europa, sino en todo el mundo. Por una vez, la humanidad se siente vulnerable, cansada y preocupada por el azote de una pandemia que le ha hecho sentir, por una vez, mortal. Y hoy, en nuestro rito no escrito, se brindará desde lo más profundo rezando a cada dios que en cada uno habita por un poquito de fortuna. “Haciendo el balance de lo bueno y malo”, brindaremos con Champagne tras las uvas aunque la Puerta del Sol esté vacía…cerraremos los ojos, como sin darnos cuenta, cada uno a su forma y a su modo y desearemos que todo vuelva a volver de algún modo parecido a como fue. Echaremos mucho de menos a muchos y alguna lagrimilla desobediente se escapará sin nuestro permiso.

Esta noche, una noche más,  de algún modo, se empeñará en reunir todas las energías individuales del planeta para doblar un sino que nos negamos a aceptar. De algún modo, esta noche, será nuestra noche de Reyes…

… y si no, al menos, brindaremos porque así sea. Brindaremos porque en el 2021 volvamos a abrazarnos.

Feliz 2021

lunes, 28 de diciembre de 2020

Biología en tiempos del COVID

 


 La asignatura de Biología es,  sin duda alguna, una materia apasionante y no es porque lo diga yo, sino porque lo es. Por desgracia muchas veces el sistema se preocupa de afearla un poco y cuando se ven las plantas en 1º de la ESO tenemos que hacerlo desde perspectivas no muy atractivas, así como cuando repetimos todo tipo de biomoléculas cada curso, casi sin avanzar. Cosas a veces tediosas, poco atractivas y comprensibles.  Como quiera que sea hay otras partes del temario que sí, que atraen a la gran mayoría. Como ocurre cuando vemos el tema de la reproducción humana en 3º de la ESO donde un alumnado en plena adolescencia se interesa, por razones obvias, por estas cosas. En este mismo curso existe otro tema que suele gozar de gran aceptación y, que no es otro, que el de la inmunología. Entender, con primeras pinceladas, que nuestro sistema inmune actúa con una serie de barreras, algunas inespecíficas y otras específicas que tienen que crear anticuerpos para los antígenos que llegan y así atontarlos para que lleguen otros tipos de glóbulos blancos eliminen a los patógenos y que encima, se crea una memoria inmunitaria es algo que casi siempre se entiende bien. Entre otras cosas porque gracias a esto empiezan a entender el sentido y el proceder de las vacunas. Lo cual, dicho sea de paso, nos vacuna frente a futuros antivacunas.

En el año siguiente, en 4º de la ESO, Biología ya es optativa, y aproximadamente entre una tercera parte y la mitad del alumnado tiende a cogerla. Si me preguntas a mí te diré que probablemente es el temario más atractivo de nuestra especialidad. Solo sabiendo que vemos la Evolución y por primera vez la Genética ya tienes dos grandes razones para apostar por ello. Que en el primer contacto del alumnado con los conceptos más elementales de la genética, leyes de Mendel, genotipos, fenotipos, alelos y demás, también estudiamos por fin, qué es eso del ADN. Se descubre que el ADN es un ácido nucleico, igual que el ARN. Que está formado por una azúcar(pentosa), un ácido fosfórico y una base nitrogenada. Estas bases nitrogenadas pueden ser cuatro (adenina, timina, guanina, citosina si hablamos de ADN) y serán las mismas para cada ser viviente de este planeta, desde una ameba, a un elefante. El hecho de que un elefante diste tanto de una ameba se basa en la cantidad y secuenciación de las bases nitrogenadas. Es decir, el orden que adquieren estas bases. El ser humano en su estudio creciente del genoma humana se propuso en la década de los 90 conocer la secuenciación del genoma humano. Diez años y varios miles de millones de dólares invertidos después, la administración de Clinton, anunciaba el éxito del Proyecto Genoma Humano. Nuestro genoma había sido mapeado. Pero, ¿qué es todo esto explicado a quien no tiene ni idea y en poco más de diez frases? Bien, ese ADN del que hemos hablado antes se une nucleótido a nucleótido para formar largas cadenas  que configuran en sí misma el ADN. Ese ADN se encuentra en forma de cromosomas o cromatina dentro de los núcleos celulares y determinados fragmentos del mismo que tienen información para una característica concreta es lo que conocemos con el nombre de GEN. Así que gen es un fragmento de ADN(digamos que algunos miles de bases nitrogenadas) que codificará una proteína. Pero esto no es del todo fácil porque el ADN es muy grande como para salir del núcleo de la célula, así que tiene que darle su información concreta a otra molécula para que se lo lleve a los ribosomas y allí pueda traducirse formando la proteína. Esta molécula será el en estos días archiconocido ARNm, o ARN mensajero. El gen se transcribe a ese ARNm y esa información la lleva fuera del núcleo en la búsqueda de un ribosoma donde traducirse según el código genético. Código genético universal según el cual a cada trío de bases nitrogenadas o triplete le corresponde un amino ácido. Los amino ácidos son los eslabones de la cadena que forman las proteínas y tenemos 20 tipos de ellos. Cada triplete de bases  nitrogenadas determinará qué amino ácido le corresponde. Y así se forma una proteína y no otra según la información contenida en el ARNm que es la misma información que estaba contenida en  ese fragmento de ADN llamado GEN. Y así tenemos una proteína que se encargará de una función vital para algunas de las casi infinitas funciones que se llevan a cabo en nuestro organismo a cada momento.

Y esta vacuna ,que no tiene nada que ver con las típicas que estudiamos en 3º de la ESO y que nos hablaban de un virus “atontado” que no era capaz de producir la enfermedad pero sí de activar la respuesta de nuestro sistema inmune. Esta vacuna, decía, que a día de hoy está revolucionando el planeta y tomada por el mismo como maná que cae del cielo, milagro salvador que nos libre de esta condena del 2020, se basa, precisamente, en esto del ARNm. Directamente nos inyectarán un trozo de ARNm que codifica(crea) una proteína relacionada con la espícula del coronavirus. Nuestro sistema inmune solo verá aparecer la espícula del virus y luchará contra ella creando los antígenos necesarios para ello y su posterior almacenamiento en su memoria de modo que, si el coronavirus aparece alguna vez, atacaremos sus espículas. ¿y qué ocurre si hacemos esto? Lo que ocurre es que sin ellas el virus no podrá penetrar en nuestras células y, como los virus son, por definición, parásitos intracelulares obligados, poco o nada podrán hacer y ahí terminará su camino o, al menos, esa es la idea sobre el papel a menos que mutaciones demasiado altas y hasta la fecha impredecibles no vengan a regalarnos algo más de caos. Por cierto, algo de eso de las mutaciones también estudiamos en 4º de la ESO.

Este 2020 de grises y sombras también nos ha regalado cosas muy buenas y entre ellas, de las mejores o la mejor, el hecho de volver a cuidar y apostar como no nos queda otra por la ciencia. Pero apostar por la ciencia es invertir. Apostar por la ciencia es creer en ella y regalarle espacios que no es otra cosa que darle esos espacios a quienes la hacen posible. Con todo, es una pena la falta de independencia de la misma sujeta a todo tipo de intereses económicos y envuelta en las guerras que le siguen a su paso pero, no por ello, deja de ser menos ciencia. No por ello deja de ser algo que se base en la observación, la experiencia, la repetición, el continuo ensayo error y la eterna revisión. Viva la ciencia que es posiblemente lo que más orgulloso nos debe hacer sentir como especie.

Ahora, que la ciencia se pone de moda, igual puedes pensar que esto de la Biología no es el pestiño que por desgracia quizás tú algún día creíste que era...

¿Le damos otra oportunidad?

martes, 22 de diciembre de 2020

Por lo que brindaremos

 


 A Alexa la trajo a casa Papá Noel. La verdad es que fue un regalo sorprendente e imprevisto, así como tomado con cierto rechazo, pues ese rollo de hablarle a un asistente virtual se me antojaba tan innecesario como ridículo. Sin embargo, Alexa te ponía música y las noticias, así que pronto acabó encontrando un hueco en el hogar. Especialmente relevante se tornó el hueco cuando, vuelta al cole tras el parón vacacional, Alexa acompañaba mi café con sus noticias resúmenes made in La Sexta. Y esas noticias, de primeros de enero, parecieron ponerse de acuerdo en lo de ser monotemáticas y Wuhan parecía la capital de España y a allí siempre el café de las 7:20 me llevaba para hablar de la neumonía bilateral provocada por ese nuevo SARS. No sonaba muy tranquilizador pero, para los que estábamos vacunados de alarmismos vía OMS que se nos antojaban como cortinas de humo o spot de ventas de vacunas, Wuhan y sus muertos parecían, a principios de año, demasiado lejos e irreales como para preocuparnos por ello. Pero Alexa insistía y, supongo, que con ella, el resto de las noticias que no veía. Antes de aterrizar febrero Coronavirus se postulaba, ya tan pronto, en ser la palabra del año. Pero lejos. Algo menos lejos cuando llegó a Italia. Pero suficientemente lejos como para tratar de tranquilizar a un alumnado al tiempo que se le reprendía por sus atisbos xenofóbicos contra la comunidad china.

Pero Italia, pronto, empezó a pintar otra realidad y a Alexa ahora la acompañaban insistentes búsquedas en el Google para actualizar pormenorizadamente recuentos de contagios y muertos. Esa manía nos acompañó a muchos hasta final de año…y lo que queda. El Coronavirus pasaba de ser un invento, un resfriado, a "un pequeño grano en el culo que veremos a ver con la alarma social que está generando cómo acaba". Pero nos fuimos a Londres, antes de llegar marzo y nos reíamos de los que usaban mascarillas. A la vuelta, casi en el tiempo de descuento todo se aceleró de forma exponencial y ante las primeras palabras del Presidente de “vienen semanas duras” una mala noche me hacía estremecerme en la cama como  vaticinado lo que venía . Por entonces supe que el concierto que tanto deseaba para mitad de marzo de los Cat Empire en Madrid se tornaba un imposible, aunque aún tratase de quitar alarmismo a un alumnado viendo las edades de los muertos y las cifras de las muertes anuales por gripe. Pero yo también erré. Como casi todos.

Después el confinamiento a todos nos puso a prueba, desde miles de distintos prismas, y cada cual lo vivimos de una manera única e intransferible que nos acompañará como recuerdo, experiencia, anécdota que contar a los nietos y días de hastío, preocupación e impotencia. Todos vimos cómo en un abrir y cerrar de ojos podíamos pasar de los mejores memes a la mejor de las solidaridades para, en el mismo lapso de tiempo pasar del odio, a la conspiración y el juicio al vecino.

Admitimos que había que usar la ridiculizada mascarilla, aunque supusiese el fin de nuestra vida conocida, y creíamos que los derechos de los más pequeños no tenían sentido si ponían en riesgo los míos. Entre canciones, balcones, aplausos, videollamadas, panes y pasteles, todo a distancia, alcohol, gel hidroalcohólico, redes sociales, puzzles y TV, el año se paró por muchas semanas. A los aplausos les sobrevino los pitos, las caceroladas, los barrios de Salamanca y, por fin, un aliento de libertad que a algunos nos supo a gloria. Todo, desescalando, también pareció acelararse. Tanto se aceleró que, siempre mirando a los datos, creíamos que, aún sin querer creerlo o admitirlo, todo volvía, en cierto modo, donde antes. El verano y sus calores nos dio a muchos un soplo de aire fresco. A otros les envalentonó para alzar la voz de que todo era mentira. Mentiras de Bill Gates, el 5G, Bosé, las mascarillas, el dióxido de cloro y la OMS. Cobraron su protagonismo, cuando los datos no alarmaban, pero los datos de los muertos son tozudos, callan voces y decidieron volver. Para entonces nada podía hacernos no hablar de una segunda ola y España, otra vez, pareció querer ser la pionera. Llegaba septiembre y todos las voces auguraban que todo sería peor de todo lo malo que podría ser. Pero este virus casi como único regalo ha querido darnos niños poco vulnerables y poco contagiosos. Todas las voces que a finales de verano señalaban, con más razón que un santo, que la falta de inversión en educación no la dejaba preparada, se acabaron estrellando con unos datos que han parecido perdonar a un colectivo que diariamente convivía en espacios cerrados, ventilados con más o menos ingenio y con ratios lejos de lo deseable. El virus no se cebó en los centros educativos por el bien de todos.

Esto demostraba que el poder de la mascarilla parecía más grande del que le podíamos presuponer. Sin embargo, sin saber muy bien de dónde y por qué, el virus seguía campando a sus anchas. Lloviendo sobre mojado, alargándose en un tiempo que a la sociedad exasperaba. Los signos de problemas mentales ya eran evidentes y, el sálvese quien pueda justificaba los argumentos de cada cual. Haciendo malabares buscando el equilibrio cada cual lo ha llevado como ha podido. Cada cual tiene sus razones que los demás parecen no entender.

La vacuna, el penúltimo soplo de aliento a un año de preocupación, para relax del pueblo y los mercados. Dudas de su celeridad y aprendizajes, una vez más, exprés sobre la ciencia elemental de la vacunación y sus nuevas técnicas. Incorporando decenas de palabras  y costumbres a nuestro vocabulario, la sociedad cansada que empieza una navidad y termina un año quiere vivir sin un miedo que la lastra y del que le resulta imposible deshacerse mientras las cifras y las nuevas cepas no pongan de su lado.

Maldito 2020, acuerdan todos, mientras que algunos sentimos que poder seguir aquí para contarlo es suficiente motivo como para no detestarlo del todo.

Sin embargo, brindaremos estos días, porque el nuevo año se lleve al virus bien lejos y nos devuelva esa vida, que empezamos a temer, no saber reconocer cuando vuelva a nuestras manos. 

martes, 8 de diciembre de 2020

In your Life

 


Voló como Lucy en el cielo con Diamantes, como un mal viaje de LSD aquella bala que hizo retumbar la fachada del Edificio Dakota en la esquina de la 72th Street, tan cerca del que después sería un pequeño templo para la paz. Porque a la paz creímos cantar desde 1970, con más fuerza, cada vez, desde el 80. Y aquel himno seguirá inundando los patios de los colegios y de los institutos de todo el mundo, cada 30 de enero,  como coros infantiles bien afinados que desean una Feliz navidad donde la paz, después de que la Guerra se acaba, vuelva a adueñarse de todo.

Cayó John al menos  con tantas canciones pendientes de regalarnos como las que sí nos dio. Cayó, atravesado por la bala de un ser de cuyo nombre no cabe acordarse, una leyenda, para levantarse un mito. Cayó el mortal convertido para siempre en inmortal en el gélido suelo de aquella calle invernal de Nueva York. Y sus coros, sus voces duplicadas, sus reverbs, sus suaves melodías psicodélicas, su incorformismo, su histrionismo, su intelectualidad, se genialidad seguirían marcando la vida de muchos. Muchísimos, aun incluso la de todos los que aún no habíamos nacido pero que algún día quisimos creer que todo lo que Necesitábamos era amor, que todo lo que teníamos que hacer era Darle una oportunidad a la paz.

Y luego están los que tendrían que hacernos caer que sus histrionismos alejaban su imagen, tan cuidada, de ser lo que queríamos creer. Que su trato hacia el personal que trabajaba para él, o aquellos improperios de superioridad que espetaba en forma de aplausos a un público del que se mofaba, el trato hacia su primera mujer en público, o el odio que pudo verter incluso hacia su mayor compañero y rival en forma de canción, no hacían de Lennon aquel modelo ejemplar que apelaba por un mundo de paz. Tampoco el canto continuo al más puro amor y la venta de este en la persona de su musa Yoko eran acordes con sus huidas, abandonos, infidelidades o el olvido de su primer hijo.

Pero, como tanto ocurre cuando queramos elevar al olimpo de los dioses a simples mortales, ni tan santo, ni tan diablo. Genialidad, eso sí, le sobraba como para enterrar a una infinita imaginaria cola de aspirantes que durante medio siglo después quisiese arrebatarle el puesto.

Murió un 8 de diciembre de forma injusta, paralizando a un mundo que no podía comprender que quien, acertadamente o no, era considerado el mayor embajador de la paz fuese acribillado saliendo de su casa, simplemente, porque sí. Y entonces, en esa historia tan de libro, tan de película como fue la de los Beatles y finalmente la de John, con su muerte vendrían también toda serie de confabulaciones que implicaran a J.D. Salinger, la CIA y vete tú a saber qué. Cierto es que, queramos creerlas o no, no fue en la primera mitad de los 70 un hueso fácil de roer para los gobiernos yankees. La capacidad de movilización con sus campañas resultaban impresionantes y en ese contexto es fácil creer que tras cinco años de silencio y el anuncio de su vuelta con su último disco Double Fantasy algunos poderosos se pusiesen nerviosos. Puede que sí, puede que no, pero de un modo u otro la puerta de las conspiraciones quedaba por siempre abierta con su muerte.

No recuerdo si fue este hecho el que me hiciera leer en el ebook por segunda vez el Guardián entre el Centeno, en esta ocasión en inglés las semanas que anduve por NY. Lo cierto es que eso hacía los días que visité Strawberry Fields, un pequeño lugar de peregrinaje tan fácil de ser tildado como lugar mágico cargado de paz, como tierra de frikies. Puede que los dos sean un poco verdad. Pero el caso es que me resultó imposible no verter alguna lágrima cuando estuve por allí guitarra a la espalda. Pequeñas memorias de quien sin querer en la mitomanía siempre vio en Lennon al artista más grande jamás he conocido.

Murió hoy hace cuarenta años la Morsa. Aquel que pedía Ayuda para hacer una Revolución Porque la Felicidad es una cálida pistola y hay que viajar A través del Universo para llegar a Un campo de Fresas En mi vida. Mirando las ruedas aquel Hermoso chico Imagina Un día en su vida sin que Le decepcione un Dios que Todo lo que necesita es Amor...

Cuarenta años que la música calló un poquito más y sus canciones gritaron más fuerte que nunca...

sábado, 5 de diciembre de 2020

Buenas Noches, Rose.

 


 

La vida y sus giros…

38 vueltas después hay muchas vivencias que se acumulan. Uno cambia, un rato, aunque su esencia siga, uno cree,  más o menos, inmutable. Al yo que fui muy preocupado por gustar a las chicas con mi pelo largo, abdominales y zapatillas de marca, la charla de mi tío Pepe echando pestes de la explotación de Nike,  el soniquete continuo de Extremoduro y un pelo y cara lisa que se iban ondulando con rizos y granos, le sobrevino un cambio radical y cambió el chándal Nike y los bombachos Billabong por otros pantalones más anchos hippiosos. Y así uno iba viendo que el resto de los que no eran tú eran el rebaño y tú, pues no. Daba coraje que el rebaño te mirase mal, se metiese contigo por no seguir las normas y  te desplazase en cierto modo. Pero el camino ya había sido tomado. No había vuelta atrás. Demasiadas cosas cambiarían para siempre. Seguiríamos siendo del rebaño, como el que más, pero de otro modo. Y en ese modo, la música lo impregnó todo. El rock nacional de minorías la bandera con la que reconocernos entre nosotros y en ese nosotros y esas banderas surgió de la mano de una de nuestras favoritas de fuera del rebaño el culto a Buenas Noches Rose.

Ana Marr, queridísima Ana Marr. De sus miles de vivencias de adolescencia y juventud, Ana Marr campanilla. Ana Marr vino al insti recomendando con el entusiasmo que solo ella podía transmitir que sí o sí tenía que escuchar a Buenas Noches Rose. A Buenas Noches Rose, por otro lado, no los conocía ni el tato. Ana Marr, unos cuantos más como ella repartidos por el país y la gente de su barrio. Los jóvenes entre pijos y macarras de Alameda de Osuna hacían rock del de siempre, pero con un sello único que les salía de las entrañas. Era muy fácil reconocerse en ellos, aun cuando el primer disco que cayó en mis manos, de las manos de Ana, me resistí a oírlo. Finalmente lo hice y no dejé de hacerlo durante años. Por entonces, a media península de distancia crecía conmigo Sergio, con el que intercambia vivencias, sueños, deseos y cartas…muchas cartas. Entonces eso, no se veía demasiado raro. Sergio iba al tiempo que yo venía y viceversa. De los 15 a los 18 poder escaparte de tu tierra pueblerina del sur a la capital era algo que debía de molar tanto como escaparte del bullicio de Madrid al buen rollo de las playas de Tarifa. Y entre idas y venidas comenzábamos a impregnarnos de vida Sergio y yo, con la música por bandera. Así que Sergio recogió el testigo que tan ansiosamente Ana le gritaba al mundo y entre los dos fuimos grandes y honrados discípulos de los Rose, superando incluso a nuestra maestra.  Así, la pérdida de norte del grupo con la huida a tierras alpujarreñas de su carismático cantante, al igual que a ellos, no nos supuso un palo infranqueable y seguimos apostando por quien nadie parecía querer apostar en esa España que tenía al ya difunto rock en peligro crítico de desaparecer. Y el amigo de la capital que siempre demostró saber moverse y su pretensión de nunca dejar de hacerlo se puso en contacto con los managers del grupo y en una quedada en la parada de Bilbao adquirimos camisetas y poco después el que sería su último disco.

Buenas Noches Rose no mucho después pasó a la historia, pero a nosotros nos quedaban años de tocarlos, cantarlos y escucharlos…aunque bastantes menos a mí. Así, hace alguna semana, conocían mis hijos en el coche aquella canción que no gasté porque las canciones se empeñan en no dejarse gastar por mucho que se las manosee: La Estación Seca. El disco volvió a mis oídos y de algún modo el legado continuó.

Muchos años antes de eso, aún con la fiebre de la primera juventud Sergio tuvo un sueño, que no era otro que vernos grabar una maqueta y que en ellas intervinieran los de los Rose. Y como su empeño era grande, lo acabó consiguiendo. Sin embargo, por desgracia, por distintas razones, aquello supuso el freno a una amistad que raras veces se conoce. De la Alpujarra vino el Skywalker pa cantarse unos temitas e incluso nos hicimos unos bolos por algún colegio mayor de cuyo nombre no quiero acordarme. La vida siguió y tan grande era el amor que Buenas Noches Rose despertaba que Sergio no estaba dispuesto a hacerlos olvidar, tal vez por eso, después de seguir con intensidad la más exitosa escisión de la carrera de los madrileños que no era otra que Pereza, decidió embarcarse en un proyecto nombrado con la primera canción del último disco de Buenas Noches: Miss Caffeína. Así que así nació Miss Caffeína, de la mano de Sergio y Álvaro, tan amante como el primero del grupo caído en desgracia que no en el olvido.

Los años pasaron, el éxito de Miss Caffeina fue incontestable y tras eso, el destino quiso que aquella amistad, sin ser, obviamente, la de antaño, tampoco cayese en el olvido.

Entre tanto, en una celebración de un concierto del más exitoso grupo de la escena Indie, Vetusta Morla, acabamos con ellos de palique entre cervezas en la noche de Chiclana. En esa velada acompañaba la tremenda energía de Merche Corisco, a la cual conocía por cantarse dos temas en aquella Estación Seca de Buenas Noches Rose. Ahora Merche es más de Cádiz que el Kichi, aunque en su carnet ponga Madrid. Y con la Corisco acabé parloteando pa que ejecutara con su maléfica dulzura uno de los cuentos que pasarán a nuestra historia de aquellos días hoy tan lejanos del confinamiento.

Por otro lado, el Facebook se empeñó en que mi último retal de grupi le enviase solicitud de amistad a Alfredo García, Alfa, guitarrista, compositor principal y alma de Buenas Noches Rose. A Alfa, además, al que he admirado por décadas, lo seguí después con su grupo Le Punk. Y de este grupo le pedí una canción para mi corto La Vuelta con el IES Kursaal.

Todo esto que cuento son tonterías, nimiedades. Cosas íntimas casi que uno piensa en publicar y le da tanto rubor como pereza por la desazón que pudiera provocar al que lo lee. Pero si tú que estás leyendo has llegado hasta aquí tendré que decirte que lo escribo porque es mi historia y para mí es una bella historia. Una historia de la vida, con sus idas y venidas, sus casualidades, su tiempo que pasa, los recuerdos que abrigan.

Buenas Noches, Rose.