martes, 12 de marzo de 2019

Infierno en el paraíso


Aparco el coche, tengo que abrir la guantera y allí reaparece el disco más vendido de todos los tiempos. Aquella obra maestra que revolucionó el mundo de la música a principios de los ochenta. Su imagen, el sonido, ritmos, instrumentos y temática, Thriller rompió todas las barreras superando los 100 millones de discos vendidos en todo el mundo, lo que viene a ser más del doble que del que le sigue. Tan grande fue la onda expansiva de aquel disco y el legado de Michael Jackson que treintaymuchos años después aún mis hijos y sus amigos flipan con los temas de Jackson. 
Y si aún perdura su sombra, ¿cómo de grande podría ser en aquellos años? Leaving Neverland vuelve arrojar la mayor de las sombras que siempre le persiguió una década después de su muerte. Muerte que, de algún modo, pareció inocular el olvido en el imaginario colectivo. Porque el imaginario colectivo siempre tuvo bastante claro, al menos una parte de él, que Michael no debía estar muy bien de la cabeza y que aquellos rumores parecían bastante cierto a juzgar por sus grandes excentricidades. Pero se libró en el 93, y después en el 2005. Algunos de los testigos vinculados lo defendieron, incluidas grandes celebridades que, también de niño, fueron muy cercanos a él. Pero todos lo sospechábamos, salvo sus más incondicionales que abrazaban, cual clavo ardiendo, la versión oficial y acusaban a los denunciantes de oportunistas interesados extorsionadores. Pero Michael era muy extraño, su cambio tan radical de imagen, sus absolutamente disparatadas excentricidades, y ese largo e inacabable etc. Pero murió, y la muerte se empeña en hacer que destaquemos solo lo bueno y claro está, en el plano musical y artístico las virtudes eran casi inacabables. El mundo volvió a rendirse a sus pies y nuevas generaciones desempolvaron sus discos. El mito de la pederastia iba diluyéndose. 
Y en estas HBO saca un nuevo documental, dos episodios, cuatro horas de metraje. En él, dos familias van narrando con todo lujo de detalles sus vivencias con Michael Jackson. Y es que tal vez, la nueva aportación de este documental a las sospechas siempre presentes sobre sus abusos a menores, es descubrir que no eran casos puntuales, sino toda una serie de ritos, prácticas, que conllevaban un largo proceso, en el que el poder y la mitomanía ejercían una luz cegadora que hipnotizaba a los familiares haciendo que estos, de algún modo, contribuyesen a cierta prostitución de sus propios hijos. El surrealismo y la incomprensión lo va inundando todo, y la crudeza de la claridad de los detalles va ejerciendo un nudo en el estómago que roza la náusea, cuando no las lágrimas. El documental deja claro que para el cantante no eran solo abusos sexuales, sino toda una relación con una serie de implicaciones psicológicas propias de una mente absolutamente perturbada que convertían a la víctima en cierto modo en su pareja sentimental. Lo más demoledor es que, el propio niño, en cierto modo, lo veía igual. Así estas víctimas llegaron a protagonizar anuncios, aparecer en los conciertos, videoclips y en múltiples escenas públicas. Sorprende, de hecho, ver a los niños tan omnipresentes en tantas situaciones. Le llevan a uno pensar cuánto no sabrían las personas cercanas al artista, o dentro del mundillo. Cuánto no se hablaría, cuánto no se callaría, cuántos cómplices cobardes, o quizás prudentes, ha dejado esta locura megalómana. 
Neverland, un paraíso en el infierno. Sin duda, la red, en la que apresaba a sus presas, a la que llegaban con todos sus familiares, para que de algún modo, sus víctimas acabasen rogándole a los padres poder quedarse a dormir en el dormitorio con Michael, porque claro, en privado es la posibilidad que Michael les brindaba. Cuando no, directamente, el resto de la familia se iba una semana de viaje, con todo pagado por Jackson, y el niño suplicaba, manipulado por Michael,quedarse esa semana solo con su ídolo, porque iban a aprender pasos de baile, o vete tú a saber...y allí comenzaba la pesadilla. Una progresión incesante, demoledora, que el niño conseguía en cierto modo interiorizar y tomarla como algo normal. También sabía que tocaba callar, pues, obviamente, el pederasta se tomaba todas las molestias del mundo para que entendiese la necesidad de mantener a sangre y fuego el secreto.
El tiempo llevó a las dos víctimas que han decidido hablar, confesarse, tal vez más para sanarse que  como venganza,a alcanzar altas cimas de éxito en sus carreras profesionales. Uno de ellos, de hecho, es Wade Robson, famoso coreógrafo en Estados Unidos, habiendo trabajado para gente de la talla de Britney Spears.
Los rumores que siempre sospechamos, han sido presentado de la forma más cruda posible. La crudeza de una realidad insoportable. Tal vez esto, es la revolución que este documental supondrá a partir de hoy. ¿Cómo seguir mirando para otro lado como si no pasara nada? Es decir, no sé hasta qué punto tiene sentido que prohiba a mi hijo oír Billie Jean. O hasta qué punto tiene sentido que deje de hacerlo yo. Pero lo cierto, es que muchas de sus canciones son himnos por la paz, o por la defensa de, precisamente, los derechos de los niños. ¿Cómo volver a usar esas canciones en un acto público en un instituto? Después de toda una vida consiguiendo eludir la confirmación de sus rumores, es más que probable que la crudeza del relato presentes en este documental, cierre la etapa de los rumores de los abusos a niños, para convertirla en una realidad ineludible de las inconmensurables proporciones que suponen.