domingo, 14 de julio de 2013

Media ad finem justificat



No es noticia el hecho de constatar una vez más que no haya mayor oportunista político-mediático que el señor Pedro J Ramírez. Cual chupóptero vampiresco, con su blanquecina tez y su perfecto engominado pelo negro patrás, huele de lejos los posibles escarnios políticos, se mueve entre las sombras, rebusca en la basura, codeándose con lo “mejor” de cada casa para al final poder soltar la tan esperada bomba, y al final conseguir el doble propósito que más le mueve: aumentar la tirada de ventas y más aún, alimentar su propio ego. Decrépito hombre decrépito que a Maquiavelo recuerda, debió sentir envidia por los papeles de “El País” y se puso bien las pilas. Resulta fácil imaginárselo comiéndole la oreja al extesorero del PP para convencerlo de fraguar con él y su periódico la posible conspiración, tan expertos ellos en eso de conspiraciones, en caso de venganza. Y así está siendo, y así presumiblemente será. Así pues, por más que las intenciones sean de dudosa cuantía moral, no deja de ser cierto que la bomba ha estallado, o mejor sería decir que una nueva bomba ha vuelto a estallar en los cristales de la calle Génova haciendo que su onda expansiva se note más que en otro lugar en la Moncloa. Pero el inquilino de la Moncloa parece conocer algún tipo de primitivo antídoto contra dichas ondas y consigue, a pesar de parecer imposible para ojos ajenos, vivir en relativa calma. Se ve que el método de este último inquilino es una copia perfecta de aquel otro de ave grande no voladora: enterrar la cabeza y esperar. Y por más que a nosotros, amigos de la democracia y la lógica, nos pueda parecer imposible que dicho método, cobarde y estúpido, pudiera resultar útil para su propósito, nos descubrimos errados cuando vemos que sí, que lo es. Debe ser que el presidente inquilino aprendió de los mejores en tácticas maquiavélicas.


Y con la misma autoridad moral que los anteriores pide el líder de la oposición explicaciones haciendo una vez más de Maquiavelo un pretexto perfecto. Los conservadores nacionalistas por otro lado, se acuerdan del refrán de las barbas y el vecino y más o menos prestan ayuda y comprensión, haciendo relucir de nuevo la imagen de Maquiavelo. La pelota por aquí, la pelota por allá. La mierda que sube, vuelve a subir y lo inunda todo, y aquí, señoras y señores, contrarios a Maquiavelo y amigos de la democracia, no ha pasado nada...