domingo, 30 de octubre de 2016

Desde el pupitre


Toca el timbre y de forma inmediata los decibelios suben ocupando todo el ruido de fondo: rechinar de pupitres y sillas arrastrándose por el suelo, gritos, fuertes pisadas, puertas que se abren y otras que se cierran. En ese breve lapso de tiempo que apenas lleva un minuto el profesor toma aire. Suspira. Un breve extraño relax en el creciente alboroto y ruido...segundos después, abandonamos el aula  en busca de la siguiente...y vuelta a empezar. Cada grupo un mundo, a veces un universo. A
veces resulta imposible creer que entre un grupo y otro pueda existir tantísima diferencia. Historias desde la mesa del profesor, y más allá. Historias de un sistema educativo que hace aguas por todos lados y que solo se salva con la profesionalidad de los que creen en él e inventan e imaginan a diario. Sistema educativo que hace aguas, al igual que la sociedad hace aguas. La sociedad que somos se refleja clarividente, taxativa, sin medias tintas, pura y real tal como es. Tal como somos. Y ahí vamos, desde el pupitre, y más allá, capeando el temporal con más buena voluntad que acierto.

¿Quiénes son los buenos? Los educados. Los responsables. Los que estudian de memoria y se ennervian antes del examen repitiéndose la lección porque no parece que hayan hecho mucho caso a la hora de seguir los consejos dados y no estudiarlo todo "de memoria". Esos son los buenos, los que estudian de memoria y responden a la perfección a todas las preguntas dadas. Los obedientes. Sin duda, los obedientes son los buenos. Y uno, en el examen me pregunta que si me puede hacer una pregunta. Le digo que no (siendo plenamente consciente de que me conocen lo suficiente como para saber que estoy bromeando) y el alumno obediente se queda callado y me mira desconcertado como sabiendo que es una broma pero sin atreverse a cuestionarse mi autoridad. Yo le miro como con sorna desafiante, como diciéndole: "venga vamos atrévete"...pero no se atreve. No se suelen atrever los mejores alumnos. Los obedientes. Entonces les digo que no se puede ser tan obedientes. Que ser demasiado obediente se parece un poco a ser esclavos. Creo que entonces piensan que debo estar loco...Y la clase sigue. Nos llevamos bien en esa clase de alumnos buenos impera el buen rollo y todos contentos. Casi al final de la clase una alumna me pregunta si puede beber agua. Es una pregunta habitual. En este instituto al parecer está prohibido beber agua en clase. No pueden sacar su botella de agua y beberla si tienen sed y al parecer es una cosa la mar de bien asumida por todos ellos, así como por todo el claustro. Entonces me enfado y les "grito" que nunca más me pidan permiso para beber agua. Que nadie les puede prohibir nunca beber agua. Alguien se atreve a decirme que está prohibido y que con los demás profesores tal...ni puedo, ni quiero echar tierra encima sobre el resto de los compañeros, así que en un fuerte intento por ser comedido les digo que yo soy yo y que en mi clase nunca más vuelvan a pedir permiso para beber agua. Vuelven a pensar que estoy loco(supongo), pero un brillo de complicidad surge en sus ojos, un brillo que viene a decir algo así como: por fin alguien ha dicho algo lógico.
Los niños buenos terminan su examen y aún  les queda tiempo  para  charlar un poco, comentar lo que harán  estos días  de puente o cómo  les ha salido el examen, qué  sé  yo de qué  hablan. Tan  solo me conformo con verles hablar en ese ambiente  distendido que ellos mismos se han creado,  en el cual, de un  modo muy parecido  a lo ideal, pueden mostrarse tal como son. Y esto  contrasta. Contrasta  con lo visto  justo una hora antes, en el grupo colindante, con alumnos del mismo "nivel". Apenas recordaban  que tocaba  examen, apenas  parecía  importarles ,  apenas parecían  rellenos sus folios, a pesar  de las claras  ventajas regaladas de antemano. Los chicos  de al lado, los no tan  buenos, no conversan amigables en una atmósfera relajada siendo ellos mismos .  Los chicos de al lado blanden machetes para combatir  la tensión  que  se respira en el aire, para sobrevivir. Pura  adaptación. No queda otra.
Y uno se pregunta  por qué  a unos les toca estar en una clase  y a otras en otras...y todo lo que un hecho tan simple  puede  suponer en el desarrollo de una persona...siempre hubo clases, supongo.