domingo, 24 de enero de 2016

Grises o Verdes


Allí, al otro lado, se debía bañar Paco de Lucía todos los veranos y seguramente, quién sabe, muchos días también de primavera y otoño. Tal vez, en alguna conversación con algún amigo le llegó la inspiración y le puso aquel nombre a aquella música, o aquella música a aquel nombre, vete tú a saber. Antes, mucho antes, muchas civilizaciones se pelearon de punta a punta, de costa a costa, o fueron asentándose muy cerquita de las diferentes desembocaduras de los ríos que en ella morían. Siempre custodiada por estas montañas, las sierras que ves tapadas con nubes grises detrás de las cuáles verías Tarifa, o éstas desde donde miras, detrás de las cuáles verías Málaga.
 Ahí, en este rinconcito pequeño del mundo, muchos hombres y mujeres se enamoraron bajo lunas llenas y cielos estrellados, como en tantas otras partes. Ahí, como en tantos otros sitios, vivieron muchísimos pescadores haciendo lo que vieron de sus padres, para que sus hijos aprendieran viéndolo de ellos. Ahí en ese rinconcito, como olvidados, donde la sequía hace una pausa y las lluvias lo riegan todo regalándonos esos verdes asturianos, para que la gente que nos visite exclame sorprendida. Ahí, como sin querer, siendo olvidados por muchos, sencillos, humildes, especiales. Y también muy ignorantes. Ignorantes quizás como muchos pueblos que en su sencillez alguien les vendió progreso a cambio de verde, a cambio de playas. Y quién sabría decir si alguien fue preguntado, si acaso informado. Pero se cambió el paisaje, hace ya algunas décadas, quizás demasiadas. Y a una fábrica siguió otra, y otra y otra más. Los puertos competían por ser los más grandes y los barcos campaban a sus anchas, sin pedir permiso para, por ejemplo, repostar. Tampoco para reparar submarinos nucleares. Seguía pasando el tiempo y mucha gente empezó a preguntarse si ante eso del progreso no habría más alternativas. Si no sería posible, vete tú a saber, encontrar energías tal vez menos contaminantes. Y algunos pesados comenzaron poco a poco a convencer a los demás…
Y llegó un día en el que muchos ya pensaban que sí, que las chimeneas grises y rojas y sus humos blancos y grises eran muy feas. Tardaron en darse cuenta, pero se dieron cuenta…
Y fue por entonces cuando un señor muy gris y también muy feo dijo: “¿Por qué no ponemos más chimeneas rojas y grises de humos feos?”

Y la gente, casi sin querer, abrió la boca y enseñó los dientes y aquel hombre gris y feo se calló, se fue y no volvió...


  ... o al menos, así debería de ser.

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