jueves, 23 de abril de 2015

Fronteras de la vergüenza


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A día de hoy todos nos echamos las manos a la cabeza, incrédulos y solemnes, al hablar sobre la barbarie que los nazis cometieron contra el pueblo judío. El dogmatismo puede conseguir hacer sembrar ideas que anulen de toda empatía al ser humano. Esta ausencia de empatía puede acabar haciéndonos ver a un ser humano como algo más parecido a algo carente de vida y, en ese contexto, cualquier barbarie, cualquier dolor, podría llegar a pasar desapercibido. Así el pueblo alemán acabó viendo como “normal” marcar mediante un brazalete la pertenencia al colectivo judío de un individuo, la confinación de estos en ghettos, el hacinamiento de los mismos o su reclusión en campos de concentración sometido a trabajos forzados. Se normalizó. La barbarie se normalizó. Puesto este ejemplo podrían ponerse, por desgracia, centenares similares.

Algo parecido comienza a ocurrir dentro de nuestras fronteras en su percepción hacia lo que pasa desde fuera hacia dentro. En su límite. Ignorando la complejidad del problema insistimos afrontar éste, en su continua complejidad creciente, matando moscas a cañonazos. Eliminando las aristas humanitarias que tanto costó hacer presentes para anteponer, muy por encima, nuestro miedo irracional a la presencia “invasora” que justifique, ya sí, todo tipo de acciones para alcanzar el objetivo: dogmatismo maquiavélico.
No importa entender cuáles son las causas de este creciente flujo migratorio. No importa entender que el sistema del siglo XXI de generación creciente de desigualdades y consecuente deterioro ambiental (o viceversa) nos llevará, ineludiblemente, a un mayor flujo migratorio. Tal vez si entendiéramos eso, se nos haría inevitable, afrontar la problemática desde otras perspectivas, como por ejemplo, apostando fuerte por un mundo más justo. Vuelve la utopía a las líneas de este blog y ya podré ser apedreado por demagogo populista. Es mucho más sensato, claro está, admitir esta espiral continua de destrucción y asumir que mejor sálvese quien pueda y tonto el último. Por si acaso, los medios ya han puesto su dedo inquisidor sobre el único culpable: las mafias. No diré yo que las mafias no tienen nada que ver. No diré por tanto que parte de la problemática no haya que atacarla atacando ahí. Sin embargo, se demuestra un gran cinismo si se pretende creer que este es el único o el mayor de los problemas. Los migrantes, seguirán siéndolo, con mafias o sin ellas, con bombardeos de buques o sin ellos, con devoluciones en caliente o sin ellas, mientras la situación en sus países de orígenes sea irrespirable. Si seguimos insistiendo en ignorar este tema las únicas soluciones pasarán por extremar la violencia contra los inmigrantes haciendo que, más pronto que tarde, lo vivido en otros grandes genocidios de la historia vuelva a estar presente en este mundo, el nuestro, el de la vieja Europa, orgullosa de sacar pecho como cuna de la Democracia y los Derechos Humanos.
Entretanto, seguiremos olvidando que son seres humanos, porque no los veremos como tales. Los partidos de la ultraderecha siguen creciendo al candor del incremento del flujo inmigratorio y la crisis económica. Encefalogramas planos de ciudadanos que prefieren odiar a pensar. Entretanto seguiremos dando por buenas las soluciones que pasen por blindar nuestras fronteras sobre otras que hablen de integración y romper las barreras de la desigualdad. Entretanto seguirán los medios amplificando las noticias de nuestros problemas e ignorando las tragedias en el mar. Entretanto seguiremos construyendo muros, cada vez más altos, cada vez más cortantes. Entretanto seguiremos enviando cada vez a más fuerzas del orden para poner desorden. Entretanto seguiremos cada vez viendo un poco menos y tal vez, algún día, sea ya tarde y no veamos nada.

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