—¿Qué tal te encuentras hoy? — Le preguntó mientras garabateaba algunas notas ilegibles en el cuaderno.
—Bien,
supongo — Acertó a decir en un torpe intento de no parecer muy
torpe.
—Ya.
Veo, sí.—La conversación comenzaba a girar en un extraño círculo
cargado de una tensa estupidez. Lo peor de todo, es que no parecía
haber forma de encontrar una salida viable y medianamente digna a
aquel falso inicio de conversación. Mientras iba pensando en todo lo
dicho, encontró la mejor manera de salir del paso. — Qué bien el
tiempo, ¿no? Parece que ya no llueve. Ufff...menos mal.
—Bueno,
ejem, lo cierto es que está lloviendo.—Vaya, no me digas, pues no
me he traído el paraguas. ¿Llueve mucho?
—Pues,
no sé, la verdad.
—Cómo?
Pero si me acabas de decir que está lloviendo, ¿cómo no vas a
saber si llueve mucho?
—Sí,
llevas razón. Suena un tanto extraño. Pero lo cierto es que no he
visto si está lloviendo o no. O sea, comprabarlo por mis propios
ojos. Ni siquiera mediante el sentido del oído.
—¿Querrás
decir haberlo oído?
—Bueno,
ya. !Qué más da! Que no lo he sabido por las formas típicas de
saberlo.
—Entonces,
te lo han dicho, supongo, ¿no?
—No.
—¿Qué
dices? Es que te estás quedando conmigo, ¿ o qué?— Le preguntó
el jefe con una extraña mueca que oscilaba entre la estupefacción y
la ira.
—No.
No es eso. Es mi pierna— acabó soltando secamente. Es la pierna la
que me dice si llueve o no.
—No
querrás decir que tu pierna habla, supongo, ¿verdad?—Bromeó
aliviado el jefe tras la descarga de la tensión acumulada que el
último comentario había desatado.
—No,
ya sabes que no. Quería decir que lo siento.
—Yo
también lo siento....jajajjaja— Se venía el jefe arriba, al que
siempre se le tenía por un tipo muy gracioso, aunque estas gracias
fuesen vistas por personas cuyo sentido del humor podría ser
cuestionable por otras personas como por ejemplo el empleado, que
ahora, en una extraña serena pose, mantenía esta conversación con
él.
—¿Y qué es lo que sientes?—Volvió a cortar en seco el empleado, desconcertándolo de nuevo.
—¿Y qué es lo que sientes?—Volvió a cortar en seco el empleado, desconcertándolo de nuevo.
—A
ver, tan solo bromeaba. Tú querías decir “Lo siento” de sentir,
y yo he aprovechado el juego de palabras para decir que yo también
“lo siento” pero de sentirlo como por ti...Bah...Da igual. No
tiene mucho sentido. Olvídalo.
—Pero,
—dijo el empleado transformando su rostro en un tormentoso rostro y
apoyando amenazadoramente sus dos manos, de repente enormes, sobre la
mesa de un jefe cada vez más pequeño —¿realmente crees que esta
conversación tan estúpida puede olvidarse fácilmente?
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