martes, 2 de junio de 2015

Dime qué opinas de los pitos y te diré quién eres


Al final uno se va a tener que alegrar de la pitada del otro día, ya que nos sirve en bandeja una auténtica radiografía de la opinión sobre distintas perspectivas filosóficas de nuestros compatriotas puesto que, el que más el que menos, tiende en este caso a dar rienda suelta a sus instintos más primarios(o sus irracionalidades más impuestas)para pronunciarse y dar su visión detallada sobre lo que el caso le merece. Así que le basta a uno con leer de aquí y de allá, de este hilo de face, de estos comentarios de la noticia, para tratar de construir con el mosaico la mejor de las encuestas de opinión político/social de cuántas se hayan hecho, lo cual no quiere decir que nos guste el resultado, así pues: dime qué opinas sobre las pitada al himno y te diré quién eres.
Lo que más me llama la atención, lo confieso, es el odio que despierta en la parte de la sociedad que podríamos considerar más conservadora, sean jóvenes o viejos, apolíticos o no, futboleros y/o feriantes, tienden a unirles un amor exacerbado y, hasta ahora aparentemente oculto, por nuestra madre patria y todo lo que a ella la define: himno, bandera, pulserita y rey(el nuevo claro). Así pues, en nombre del respeto a estos símbolos, suelen argumentar muy dignos, para acabar, en una mayoría de los casos, vertiendo lindeces varias fruto del odio más visceral que emana de sus entrañas entrando, inevitablemente, en aparente contradicción. Viene a ser así “porque cuando se meten con mi bandera me están faltando el respeto. Lo primero es el respeto, porque yo no voy a reírme a casa de estos hijos de puta y blablablablartgrrhrhr(espumas varias por la boca)”.
Es obvio que el tema deambula en sí mismo por la línea de la contradicción. Supongo que la contradicción es una característica común al Homo Sapiens de poca sapiencia cuando tiende a racionalizar, con la falta de práctica que le caracteriza, impulsos irracionales. Así pues, está el segundo caso, los que pitaron y los que disfrutaron enormemente con los mismos(llámese, digamos, Arthur Mas). Debatía ayer con un amigo muy politizado (en el buen sentido) e independentista que venía a definirlo, más o menos,  como un acto de “identidad y voluntad de los pueblos contra la España borbónica”. Ese extremo, que pudiese contener una fracción de realidad, me parece a grandes rasgos una falacia. No destruye el pueblo la hegemonía del régimen al que supuestamente critica sumergiéndose enteramente en el mismo. Por más que lo intento no puedo dejar de ver un acto bastante contradictorio y en cierta medida hipócrita reivindicar con pitos una supuesta voluntad que deja de tener sentido, bajo mi punto de vista, cuando, con pitos o sin ellos, celebras, te emocionas, lloras, viajas, y te gastas una pasta para vivir, sumergido enteramente, la final de una competición que teóricamente representa algo que rechazas enérgicamente…lo siento, pero no lo entiendo. Podría, quizás, llegar a entenderlo en tanto en cuanto partiéramos de la base de asumir que este acto tiene bastante más de fachada, en esta sociedad del postureo, que de reivindicación cierta y comprometida. Sea como fuere, para mí, prima muy por delante, en este caso, la libertad de expresión al respeto. De hecho en esa cascada de locuras que ya he comentado que viene a leer uno respecto a este tema se indignaba un padre diciendo que en un partido de fútbol de barrio, insultaban “aficionados” del otro equipo a su hijo menor de edad…¿qué pasa con la libertad de expresión?? –se pregunta-  Tratar de pensar que son casos similares se me antoja motivo suficiente como para dejar de debatir sobre el asunto…La gente, en este aspecto, tiende a desempolvar las armas de la demagogia y la calumnia con una facilidad nunca vista anteriormente.
Luego están esos adorables seres, esos cínicos en potencia, que aun siendo minoría, parecen que van en tímido aumento. Este grupo social que se ríe y se caga en lo políticamente correcto y que parece hacer una oda a lo irreverente, justifican esto y mucho más. Más como amor por lo políticamente incorrecto que por el derecho a la  libertad de expresión. Realmente no puedo evitar sentirme en cierta sintonía con ellos, pero, desgraciadamente por mi parte, aún conservo cierto atisbo de políticamente correcto y considero que ciertos decoros ayudan a la convivencia. Personalmente opino que, manga ancha, libertad de expresión, pero respeto y educación se antojan necesarias. El problema es que el respeto no se puede exigir. El problema es que no se puede culpar a la parte que pita exclusivamente al tiempo que se obvia el odio que durante años los medios más afines a la derecha llevan alimentando desde sus distintos palcos. Odio puro vienen sembrando contra todo lo que no es ellos. Personas de la calaña de Federico Jimenez de los Santos, o los distintos tertulianos que toman la palabra en programas característicos de la TDTparty. Demasiado obsceno, demasiado ruindad, demasiada mezquindad que crea opinión, a partir de la desinformación, que crea opinión alimentando, con mentiras, el odio.¿Y entonces qué pasa? Ahí no hablamos de poner límites a la libertad de expresión, verdad?
Millones de españoles indignadísimos poniendo sus neuronas a trabajar para llenar los hilos y los post a este respecto, cargados de una indignación que ni se intuyó cuando veían a sus amigos, familiares o a ellos mismos víctimas del paro, la precariedad y/o el exilio. ¿Hipocresía pura o ceguera fruto de una ignorancia terminal?
Se exige respeto al tiempo que señores con programas líderes de audiencia en mi comarca se permiten el lujo de decir por las redes sociales que los que pitan son unos hijos de puta y que se caga en sus banderas…
España del ojo por ojo
Se vuelve  a aprovechar el tema para llenarlo todo y así no hablar, por ejemplo, de los acuerdos que firman PPSOE para meternos, ahora sí y hasta dentro, el TTIP
España de Pandereta, postureo, y ahora pitos y silbatos, creo que ya dejaste de sorprenderme