viernes, 9 de enero de 2015

Libertad de Expresión


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Charlie Hebdo resuena con fuerza en nuestras cabezas, quizás también en nuestras almas, haciendo que ese vínculo invisible que nos ata con la idea de libertad se haya sentido golpeado con violencia, amenazado, vulnerable; pero nunca en peligro de ruptura. Si la sinrazón ataca a donde más duele, atacaremos nosotros precisamente con el arma(alma) que ha sido atacada: libertad de expresión. Quieren todo tipo de mentes fanáticas tapar las bocas de los que tienen ese maravilloso defecto de no saberla tener cerrada. Quieren las mentes fanáticas de todo tipo doblegar la voluntad de aquellos que, a pesar de la educación del aborregamiento, la sumisión y la docilidad, se empeñan en mantenerse siempre a flote. Siempre firmes. Nadie que hable en representación de profetas que no conocemos terminará callándonos por más que la sangre riegue las calles. Nadie por más que en nombre de la defensa de la libertad pida precisamente ajusticiar usando las mismas armas de la sinrazón conseguirán acallarnos anteponiendo el miedo a la razón. Que no nos engañen: la receta contra esta lacra no es blindarse contra ella. No es meter en un mismo saco a toda una creencia. No es sembrar con odio frente al que procede de otra etnia, cultura o religión.

Por supuesto, no seamos ingenuos, el problema de la amenaza terrorista es una realidad que lejos de haber llegado a su fin con los atentados de Londres sigue vigente, cobrándose una nueva forma, tal vez más peligrosa, experta y corrosiva. Por tanto, en ese sentido, hay que utilizar nuestras herramientas como sociedad organizada para defendernos frente a esta amenaza. Sin embargo, todos los problemas, y más los de esta índole, tienen múltiples aristas, responden a múltiples causas, haciendo que su complejidad sea altísima y la manera de afrontarlos, del mismo modo, compleja. Un planeta donde la población crece sistemáticamente a la par que las desigualdades y el deterioro ambiental será, como ya vinieran anunciando desde hace décadas feos agoreros de gran reputación, un caldo de cultivo donde inevitablemente la crudeza y la violencia proliferarán. Por otro lado, seguimos mostrando cierta hipocresía cuando no queremos ver relación alguna entre las formas de actuar de nuestras fuerzas militares en Oriente Medio y el recrudecimiento de las prácticas terroristas yihadistas. Evidentemente esto no se soluciona de un día para otro ofreciendo una flor(no seamos ingenuos). Pero hay que ofrecer flores, defenderse y crear estrategias para no ser golpeados por el fanatismo religioso, pero crear políticas de mano tendida cooperación y búsqueda de resolución de conflictos. Hay que seguir apostando por un planeta donde las desigualdades lejos de incrementarse comiencen a desaparecer o todo tipo de paz social será vulnerada con los años. Plantear recetas que responden con las mismos pretextos pero en la dirección antagónica no ha sido ni será nunca la solución.

Por último invitar a una reflexión a modo de conclusión: se nos llena la boca hablando del derecho a la libertad de expresión cuando como parte de una sociedad libre nos sentimos atacados en nuestros cimientos más fundamentales. Sin embargo, pareciera que no nos escandalizamos cuando dicho derecho es vulnerado por grandes estamentos de nuestra sociedad que velan precisamente por nuestras libertades y, por ejemplo, imputan y condenan en nombre de “apología al terrorismo” a todo aquel artista o comediante que pretende hacer sátira. Que pretende poner una nota disonante que venga a recordarnos que dichos derechos se ganan precisamente ejerciéndolos. A muchos, que tal vez somos así de mal pensados, nos da por pensar que detrás de dichos movimientos se esconden precisamente oscuras formas de acallar voces y esto, aún de una forma mucho más sutil y menos cruenta, sigue siendo una forma de coartar y querer cercenar este derecho tan básico con el que tanto nos gusta presumir y sacar pecho para sentirnos libres: bendita LIBERTAD DE EXPRESIÓN