martes, 23 de abril de 2019

La gran batalla final de Invernalia




A punto de concluir Juego de Tronos, la saga vuelve a coincidir con un nuevo ciclo electoral, tantas coincidencias parecieran empezar a ser algo dantesco…y puede que los sueños más turbios acaben por hacerse realidad y los caminantes blancos acaben por hacerse con el trono, a un lado y a otro de las pantallas.
Las encuestas, parecieran alejarnos, otra vez, de ideas catastrofistas de tintes apocalípticos, al menos para los que tenemos ese pequeño defecto de ser de izquierdas. Si a las encuestas nos remitimos Pedro Sánchez, el desdichado, ninguneado y tantas veces dado por muerto, será por fin el presi electo. Podemos sería su muleta (aunque no la única) confirmándose su hueco casi marginal que tanto recuerda a la IU de antaño. Pareciera difícil ser felices con este panorama, pero el contexto manda, y visto lo visto, virgencita que me quede como estoy.
Al menos el PP del rancio del Casado y su triste legado, y tantos recuerdos preferibles de olvidar, serán, por fin, castigados, como no vimos antes. Claro que el trasvase de votos se reparte, de un lado al chico bueno de Rivera, al que todos quieren abrazarse, pero al que todos les cuesta hacerlo. El electorado pijo, correcto, de la derecha de toda la vida, y joven, sabe que es el momento de pasar página. Que estos neocon, son el paso lógico, propio de los tiempos que corren. Momento definitivo para dar sorpasso al PP, pero en el fondo, tienen que admitir, qué poco les convence. Otra buena parte del trasvase se va más a la derecha. A ese monstruo decrépito que duplica su hedor a naftalina y del que todo el mundo habla. Abascal y los suyos derribaron la puerta en el sur del sur y desde entonces no se habla de otra cosa. El temor a la extrema derecha se ha desatado…y las encuestas, ¡ay las encuestas!!, auguran que lo peor no llegará.
 Pero, visto lo visto, ¿tenemos que seguir creyendo religiosamente en las encuestas? Que yo sepa, se nos han dado unos cuantos casos recientes en los que se nos puso la cara del que se tragó un cazo. De hecho, la última, fue la que ellos protagonizaron, aquí mismo, en el sur del sur. Si a las encuestas nos remitimos, a pesar de la gran subida, el efecto parece haberse, en cierto modo, detenido. Pero permitidme que ponga, a estas horas, la nota apocalíptica. No me fío de las encuestas. Y no es que no me fie así en general, al contrario. No me fío en particular en el caso de un partido como VOX. ¿Por qué? Creo que con VOX, igual que ocurriera con Podemos en su día, las lógicas se escapan a lo de siempre establecido. Y el porqué de esto se debe, fundamentalmente, a que son partidos que calan en nuevos sectores, muchos de ellos marginados e históricamente desmovilizados. En barrios donde el absentismo ha sido siempre muy alto (hecho este que tiene bastante que ver con la marginalidad del mismo) VOX ha encontrado grandes caladeros. El simpatizante de VOX, no nos engañemos, fascina tanto con su partido, como temor tiene el que no lo hace. Y la fascinación puede ser muchas cosas, pero también un gran elemento a la hora de hacer campaña. Y esta campaña, a diferencia de las que estamos acostumbrados, no se ve, no se siente, no llena estadios, no abre telediarios, pero lo mueve todo, desde abajo. Y nosotros, los que una vez la hicimos con toda la ilusión en los albores de Podemos, parece mentira que lo hayamos olvidado. De ese modo, en las Europeas del 14 ninguna encuesta daba un solo eurodiputado a Podemos, y sacamos 5. Por eso, solo algunas encuestas daban un parlamentario a VOX el pasado diciembre y sacaron 12. ¿De verdad, vamos a creernos que sacarán el porcentaje que marcan las encuestas? No seré yo el que diga que vayan a experimentar semejante aumento. Eso ya no es posible. Pero sí hay mucho voto oculto que no recogen las encuestas. Mucho me temo, y ojalá me equivoque, que finalmente sacarán de 3 a 4 puntos más de lo que le dan las encuestas, yéndose al 16 o el 17%. Y lo peor, es que este aumento no recaerá directamente sobre el PP, porque este tipo de electorado que no recogen las encuestas vienen de aquí y de allí y, muy especialmente, de la abstención. Y en este contexto, habría que tirar de calculadora para ver si el bloque del tripartito no acaba sentado en el trono.
No pretendiera generar pánico con estas palabras, ni creo que mi hipótesis sea ciencia exacta, ni mucho menos. Sin embargo, basándome en la experiencia, creo que este análisis nos debiera al menos, tener un poco con el cuerpo en vilo y, sobre todo, que no nos haga bajar la guardia, confiarnos y ya que estamos, quedarnos en casa el domingo.
El dragón de ojos azules(verdes) se ve alzando el vuelo allá lejos por el horizonte…una horda de muertos avanzan maltrechos pero con paso firme, mientras a este lado del muro de Invernalia, a otros tanto, les toca apretar el culo…
Winter is coming…veamos qué pasa

miércoles, 17 de abril de 2019

Our Planet



Sopla un aliento de eso que llamamos vida, en forma de nueva oportunidad, de final de película épica, que venga a forjar un principio. Todos los esfuerzos de tanta gente por hacer tomar conciencia a una gran mayoría adormilada, para que despierten y empujemos entre todos a esa gran minoría que con intereses espurios sigue espoleando, machacando, maltratando y aniquilando, uno a uno, cada ecosistema de un planeta que se desangra y agoniza un último SOS. Puede que pequemos de exagerados por querer darle esa perspectiva de ahora o nunca. No pecaremos de ilusos, sabiendo que, si la reacción comienza, las cosas no están solucionadas. Nada de eso. Tan solo que, si no comenzamos, está la certeza de que no habrá final feliz. Si tenemos alguna oportunidad, pasa por reaccionar ya.

Algo parecido a esto advierten científicos de todo el mundo. Algo parecido a esto parecen tener en cuenta algunos gigantes que apuestan por reverdecer al planeta. Me resulta esperanzador lo que Netflix ha hecho. Netflix, que es una plataforma de gran peso a nivel mundial y que se ha colado en las casas de un porcentaje importante de ciudadanos en todo el mundo,  apuesta por un documental tipo BBC. Es decir, de altísima calidad audiovisual, emulando lo que la cadena pública británica lleva haciendo desde hace décadas y, muy especialmente, los últimos años. Algunos documentales de la BBC como The Hunt, Planet Earth, Blue Planet o África, son de una belleza extraordinaria, haciendo que tengan casi más que ver con un formato de película que de documental de la naturaleza al uso . Esto en un principio no los hace en sí mismo mejores o peores, pero lo cierto es que sí son mucho más interesantes a la hora de transmitir la belleza y por tanto crear vínculos con los entornos naturales de nuestro planeta y las especies que los habitan. Estas series documentales normalmente cuestan varias decenas de millones de euros y algún lustro que otro en filmarse. Llevando a cabo despliegues sin precedentes, que movilizan múltiples equipos a lo largo y ancho de todo el mundo para conseguir mediante técnicas y tecnología innovadora, imágenes de una nitidez, intimidad o espectacularidad nunca vista anteriormente. Esto, a su vez, se suele acompañar con una música épica que consigue  a cada escena momentos cumbres que hacen que las emociones afloren por doquier. Esto, pudiera parecer algo  nimio, recurso televisivo fácil o poco serio para lo que estamos hablando, pero lo cierto, es que a la hora de crear vínculos que hagan tomar conciencia, se me antojan gestos fundamentales. Sin embargo, algunos de estos documentales de la BBC han llegado incluso a ser criticados por algún que otro naturalista que los acusa de olvidar con demasiada facilidad la situación de Sexta Extinción en la que andamos envueltos, y parecer dar, por el contrario, una imagen demasiada "bonita"...
Y en estas, aparece la apuesta de Netflix. Para ello cuenta con el creador de Planeta Tierra y Blue Planet, Alastair Fothergill, con ese sello propio e inconfundible al que se le suma como maestro de orquesta, como no puede ser de otra manera, la voz de Sir David Attenborough. Sir David Attenborough que a sus 92 añazos sigue con una actividad frenética, convirtiéndose en el mayor de los símbolos para esta nueva concienciación ambiental que parece hacerse tendencia, o será que algunos queremos verlo así. Hace mucho tiempo que me alejé de ídolos a los que rendir culto, pero no de tener a grandes referentes a los que admirar, y sin duda alguna, Attenborough es uno de ellos. Su pasión, su conocimiento, su dilatadísima trayectoria,  lo convierten quizás en una de las personas más activas y en el mayor de los referentes por la protección de nuestro planeta. Netflix, además, con este documental  va de la mano de WWF, y a las escenas hermosas características de cada ecosistema, de cada hábitat, de cada pequeño rincón del planeta, de cada estrategia adaptativa del pez más insólito, o la belleza más esplendorosa del ave más colorida, se le suman, en esta ocasión, claras advertencias de la situación real, del retroceso de nuestros ecosistemas, de las consecuencias claras, directas y observables del cambio climático. De la pérdida de la biodiversidad acuciante que hacen tambalear nuestros cimientos y echar la vista hacia otro lado por pura vergüenza. Pero también dan claras pistas de las complejas interrelaciones entre distintos ecosistemas o partes de estos. 

Desaparecen bosques a pasos agigantados, como en Madagascar con una tasa del 80%; quemamos selvas en Indonesia para plantar Palma de la cual extraemos el aceite milagroso de bajo coste, que no es saludable pero que nos entra bien en casi todo. Desplazan los osos polares sus hábitats, pescan en ríos bajos como si fuesen Grizzleis, buscan en la basura en poblados remotos de Rusia, o se alimentan de la carroña de morsas despeñadas que a su vez, encuentran menos sitios donde descansar y ante las masificaciones comienzan a actuar caóticamente. La caza furtiva sigue agravando el estado de consevación de especies tan majestuosas como el gorila, que se encuentra en Estado Crítico, muy al borde de la extinción. Se redujeron en un 90% las praderas donde los antiguos bisontes americanos que dominaban por millones subsisten llegando a escasas varias decenas de miles. EN todos los rincones del planeta la disponibilidad de agua dulce se hace cada vez más impredecible. Sin embargo,nuestros ecosistemas presentan una gran resiliencia, y está demostrado que cuando cesa nuestra actividad negativa en ellos comienzan a recuperarse de forma muy efectiva, como en Chernobil, donde la vida se abre paso para demostrarnos que la radiación no hace más estragos que la mano del hombre.

Resumiendo, con un documental como este nos encontramos con: belleza épica en estado puro, que interpela a nuestra alma y nos hace mirar. También con altas dosis de comprensión ecológica y claros gritos de advertencias, manteniendo a su vez un hilo de esperanza, para que sepamos que la ventana de oportunidad, aun siendo muy pequeña, aún existe. Y, finalmente, con una plataforma, que apuesta claramente por ella y que tiene una capacidad de alcance nunca vista anteriormente.  Es por estas tres razones, que Our Planet, pudiese suponer una pequeña piedra más para ese puente que algunos locos se empeñan en construir colectivamente para no resignarnos con lo que anuncian que viene. 

Cuando uno comienza a comprender someramente la belleza que nos rodea en este planeta y cómo funciona la misma, y cuál es el grado de amenaza al que se enfrenta, resulta muy difícil, por no decir imposible, seguir mirando a otro lado, sin que algo no nos chirríe. Ver una serie documental no es nada revolucionario, y que exista, tampoco, pero es un peldaño esencial. No podemos infravolar la importancia real de la toma de conciencia, pues sin ella, nada vendrá. Ese, al menos, debe de ser el objetivo número 1, como punto de partida. Empecemos

lunes, 8 de abril de 2019

Los hijos de Gaia


Mientras el mundo se preocupa, o parece hacerlo, por los estómagos ensangrentados de ballenas varadas llenos de plásticos, tú compras de nuevo la botella de agua del dibujito para tu hijo, aunque no te importe consumir la del grifo, volviste a olvidar ir al Decatlhon para comprar una que se reutilice. Mientras las imágenes de las islas de plástico comienzan a inundar nuestras pantallas haciéndose virales, descubrimos que hace ya muchos años en Alemania te paga, una maquinita, 25 céntimos por cada botella de plástico que le metas dentro, mientras tanto, nosotros, con estos pelos. Mientras los datos de los microplásticos y sus consecuencias para el consumo humano nos hielan la sangre y anuncian leyes que vendrán más restrictivas, todavía la juventud, y sus padres, tiran al suelo cualquier cosa, sin importarles de dónde viene, y mucho menos, a dónde irá.

El mundo se bipolariza...la revolución verde asoma la patita, allá lejos, sobre el horizonte...mientras dentro de nuestras fronteras se adueñan del verde los que niegan el cambio climático y tantas otras cosas.

Así, algunos volvimos a oír las viejas advertencias, que cada día suenan más reales, más presentes, más ruidosas, más irremediables. Algunos seguimos queriendo no olvidar y conservar, a pesar de los pesares, una ínfima hebra que nos ate a la esperanza.

Pero bajo nuestros cielos se calienta el aire, y los muros de hielo que sostienen equilibrios se desmoronan a grandes pedazos. Pedazos de millones de toneladas a cada pequeño giro de las agujas del reloj. Groenlandia se va al océano endulzándolo, cambiando las lógicas de corrientes pertrechadas desde hace millones de años...y el efecto mariposa comenzó a girar la rueda, solo que aquel aleteo son en realidad millones de toneladas de hielo que caen plomizas sobre el mar. Las corrientes transportadoras de calor enfriarán la costa oeste de toda Europa incrementando sus heladas. El bloom de nutrientes que aflora en las costas de Perú dando lugar a explosiones de vida también desaparecerán. Porque todo está conectado. Todo está conectado y Gaia, se empeña en luchar contra lo inevitable, tira de sus mecanismos de regulación y se defiende. Pero si cae Groenlandia disminuirá el efecto albedo y seguiremos echando calor a la calor. Si seguimos deforestando, y lo seguiremos haciendo, seguiremos echando CO2 al Co2, o lo que es lo mismo, perdiendo a quienes lo secuestran.

 Greta Thunberg, una niña convertida en el mejor de los símbolos contra la lucha venidera, nos lo advierte desde solemnes opulentos salones de una ONU que ya no sirve para nada...si es que alguna vez lo hizo. Mientras que los Abascales de turno y el interminable séquito de ignorantes que se le suman nos llaman exagerados. No a nosotros, sino a las evidencias científicas que extreman sus advertencias, que gritan un socorro eternamente desoído. 

Terminaré de escribir la entrada y volveré a ir a trabajar en mi coche, de gasoil, yo solo, mientras observo otros centenares de coches, también solos...

Te miran los ojos de una cría de orangután que se consolida irremediablemente como otro símbolo de la desgracia que sembramos por el mundo, como lo fue antes y sigue siendo ahora el oso polar. Parecen preguntarse sus ojos por qué no dejamos de incendiar las selvas de Indonesia para plantar palma...llegamos a derramar una lagrimita viendo el anuncio de los ingleses, mientras degustamos de unos Doritos untados en Nutela...

Pido que la hebra se haga mágica y no nos arranque la esperanza...pero mis palabras parecen olvidarlo. ¿Quién es esa hebra? La que será siempre: la educación. En este caso, educación ambiental. Y me lleno de responsabilidad que en cierto modo me satisface. Asumir el reto que tengo por delante. El pequeño grano que, no que puedo, sino que tengo que aportar, para conseguir que nadie pueda permitirse mirar hacia otro lado sin al menos ser consciente de lo que hay. Solo eso


No queda mucho por hacer, queda todo.