domingo, 27 de enero de 2019

Serendipias


"Una serendipia es un descubrimiento afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca”

Pronto harán 30 años que mi padre murió. Poco antes, yo cumpliré 37 añazos, por lo que sí, desde que tengo 7 años vivo sin su presencia. Esto a día de hoy, está, obviamente, bastante superado, y también trabajado, aunque no siempre fue fácil del todo. Yo por aquellos años, supongo que casi como cualquier pequeño de esa edad, tiraba bastante pá mi progenitor masculino. Era casi obsesivo, me gustaba sentirlo, rascarle la barba mientras me sentaba en su regazo, en fin, cosas de niños y de padres, entonces, claro está, fue duro afrontar su ausencia, entre otras cosas porque nunca es fácil afrontar ausencias tan presentes, y menos aún, cuando aún eres demasiado pequeño como para entender que la vida pueda tener reservada mazazos por el estilo. Lejos del dramatismo me mantengo a estas alturas, pues no es esta mi intención, simplemente aclarar que tuve que acostumbrarme a vivir sin mi padre, a pesar de que aparecía prácticamente cada noche para esfumarse cada vez que me despertaba. Tuve que acostumbrarme, a pesar de que fui cumpliendo años y echaba de menos mantener ciertas charlas que yo imaginaba que me podían ser muy útiles para los quehaceres y supervivencia diaria de un preadolescente. Pero no, tuve que acostumbrarme porque más pronto que tarde me tocó aprender que no volvería. Así que, de algún modo, lo acabé enterrando, a pesar de que no quería, me llegó a resultar mucho menos doloroso así.  Pero el tiempo pasa, y a veces es conveniente mirar atrás y sanar heridas que, aunque no mal, no cicatrizaron del todo, y en mi etapa adulta pude ir volviendo a mirar a aquellos días con más templanza, con dolor, pero más aceptación y así, poco a poco y gracias a diversos acontecimientos y personas, creo que aquella herida ha ido mejorando en su sanación.

Hace un puñado de meses veía Raíces, el remake de la célebre serie que le mostró al mundo, allá por los setenta, la historia de Kunta Kinte y las generaciones venideras. Es una miniserie de cuatro capítulos, en la cual se hace bastante hincapié en la importancia de no olvidar nuestras raíces. Kunta Kinte es arrancado por la esclavitud de su África natal y llevado a malvivir la mísera vida de un esclavo en el nuevo continente. A partir de ahí las siguientes generaciones ya son americanas y el pasado africano va quedando empequeñecido, pero, de algún modo, sigue vigente esa necesidad de no olvidar de dónde se viene. En el último capítulo tiene lugar la guerra de Secesión (la guerra civil americana) y tras ella el fin de la esclavitud, de la cuarta generación tras Kunta Kinte y de la miniserie. En los momentos que duró la guerra, no me preguntéis muy bien por qué, no paraba de acordarme de nuestra Guerra Civil, y de las historias que tanto me contaba uno de mis abuelos, y de las que siempre calló el otro. Así que, no me preguntéis por qué, como hechizado, al acabar la serie, me dirigí hacia el mueble de escayola de mi salón que hace las veces de orgullosa biblioteca familiar, y busqué sabiendo que por allí debía de andar, aquel viejo ejemplar de Por quién doblan las Campanas de Hemingway, que algún año atrás había robado previamente del mueble de escayola orgullo de biblioteca de la casa de mi madre. Aún no me lo había leído y la historia de mirar atrás que me acababa de presentar Raíces me interpelaba a no poner más tiempo de por medio. Así que lo encontré y como si fuese un momento vital importante lo abrí con cariño para, ante mi sorpresa, encontrar en la primera página del libro la siguiente inscripción: “Este libro pertenece a la colección de José Luis Rasgado Pérez”, es decir, mi padre. El momento místico empezó a crecer y como tal quise vivirlo, pasé a la siguiente página y me encuentro una firma y el nombre de Francisco Rasgado Suárez, es decir, mi abuelo. Acababa de ver una serie cuyo mensaje principal era sobre la importancia de no olvidar las raíces y sin saber muy bien por qué me dirijo hacia un libro que al abrirlo me muestra precisamente eso. Fue un momento muy especial, y sabía que algo más debía esconder, así que escudriñé con cuidado cada una de esas páginas convencido de que algo más encontraría y efectivamente, como de forma milagrosa, una pequeña foto de carnet, arrugada y casi descolorida, mostraba la imagen de mi padre, muy, muy joven. Desde entonces, claro está, dicha foto me acompaña en la cartera, dando constancia de aquella serendipia. Ni que decir tiene que al día siguiente, o tal vez varios días después le dije a mi hijo Adán, que ese libro, algún día, sería suyo.

Los días, las semanas y después los meses fueron pasando y no cumplí al instante la promesa de no poner más tiempo de por medio a la hora de leerme el libro sobre nuestra Guerra Civil, así que llegó el verano y un pequeño quistecito sebáceo en la espalda se me acabó infestando, nada grave, pero sí muy doloroso. Acudí al cirujano para que hiciese lo que tenía que hacer, que no es otra cosa que una pequeña incisión para que supure, drene y finalmente sane la herida. Así que, dándome las instrucciones el atractivo cirujano argentino de aires bohemios, no pude evitar fijarme en el símbolo de su colgante que, siendo muy parecido al famoso índalo de los almerienses, no era exactamente igual, ya que se encontraba abierto por la parte superior. Yo, que soy de naturaleza curiosa y tiendo poco a callarme, no acierto a entender por qué no le pregunté acerca del significado y origen de dicho símbolo. Lo que sí sé es que, a las pocas horas, perdiendo el tiempo moviéndome arriba y abajo del muro del Facebook me encuentro, para mí sorpresa, con la foto que ha colgado un amigo en la que aparece una bandera de franjas azul, verde y amarilla y por encima el mismo símbolo, ahora en rojo, que le había visto unas horas antes al cirujano. No podía ser semejante casualidad…Ahora sí tocaba preguntar, y mi buen cultivado amigo, me explica que dicho símbolo es del pueblo Bereber y que representa al hombre libre y feliz. Guauuu!!!! Otra serendipia pal bolsillo. Así que, como hacía más de diez años que la idea de tatuarme no la descartaba, pero que, sabiendo que no quería hacerme nada que no me dijese mucho, entendí esta nueva serendipia como una señal suficiente para quedar inmortalizada en alguna parte de mi cuerpo. Ya solo tocaba fechar, y ya que poco después de aquello, por fin empecé a leerme Por quién doblan las campanas, entendí que no sería hasta terminarme la obra de Hemingway, que la letra Z(AZA) quedase perpetuada en mi muñeca izquierda como ahora, ya se encuentra, señal inequívoca de que por fin me leí el aquel libro. Y esta es la historia personal, un tanto mística, tal vez también algo tonta, que decido compartir con vosotros ya que hace muchos días que de algún modo la tenía en la cabeza, pero sabía que no podría soltarla hasta que, por fin, me tatuase. Las casualidades puede que tengan más que ver con las probabilidades que con otra cosa y, honestamente, nunca he sido especialmente místico, pero a veces, supongo que es interesante trascender a lo puramente racional y/o científico para crear un lenguaje personal, unos símbolos, que perpetúen recuerdos, que tracen un nuevo imaginario que le den sentido a una historia, aunque  solo sea, para no olvidar.

viernes, 18 de enero de 2019

5 años, perdón por la tristeza



Ayer, cinco años y un perdón por la tristeza después, prometí escribir en retrospectiva y lejos de la cursilería, la añoranza y el derrotismo. Pero ayer estuve demasiado liado en otros quehaceres diarios y ya han pasado 5 años y un día que, aunque puedan sonar a condena, tienen aún muchas cosas con las que alegrarnos, pero tal vez más, qué duda cabe, con las que acudir al pesimismo, ese en el que me prometí no ahondar. Sí tuve tiempo ayer de leer algún artículo sobre lo mismo, uno de ellos del que siempre he considerado la persona más honesta, coherente y con la cabeza amueblada en Podemos, que no es otro que Diego Pacheco. También me dio por leer algunas de esas entradas que un más joven yo escribía cinco años atrás analizando entre la esperanza y la ilusión desbordante los mensajes que calaban de aquel proyecto que arrancaba. Y sí, eran los mismos que recuerdo nítidamente hoy: participación, nuevas formas, transparencia, pedagogía… El espíritu del 15M al que ya hacíamos referencia, la canalización de aquello instrumentada desde la Complutense (y más allá),para movilizarnos a todos, no ahora a las calles, sino a aulas de debate y construcción asambleas mediante. Y la palabra Círculo nos hechizó a todos, y los grupos de Whatsapp primero y Telegram después consumían nuestros ratos libres. Los discursos rompedores y valientes entonados con fuerza desde La Sexta Noche (y más allá) por parte de Pablo nos daban alas a aquella legión de simpatizantes activistas que nos veíamos, gustosamente obligados, a dar un paso al frente. Y la magia de aquellos meses nos hizo fuertes. Muy fuertes, y nos lo creímos. Juntos construíamos y sobre la mesa en el constructo social ganábamos partidas de nuevos viejos términos: casta, renta básica, puertas giratorias...se ponían sobre la mesa y un leve germen parecido a la conciencia de clase nacía. Tras el 25M parecíamos imparables, hasta miedo daba semejante supuesto ascenso, y pateamos el tablero.

Reyes abdicaron, líderes se fueron, otros nuevos más guapos y jóvenes llegaron...y nada parecía frenarnos. Pero tenían grandes ases guardados bajo la manga y la hemeroteca, el miedo a Venezuela fueron la primera mella. Salieron con el Podemos de derechas y a espaldas de los ciudadanos emergió Ciudadanos para subirse al carro del reparto en más cachos del pastel político. Era obvio que ellos responderían, y fue genial ser artífices de estos cambios. Parece incuestionable, a pesar de los pesares, que en la estela que dejaba la irrupción, a regañadientes, la vieja escuela casposa estaba obligada a parecer menos casta y ser con ello, entre otras cosas, más transparente. Consuela pensar que muy probablemente ya no se roba como hace diez años.

Pero, a pesar de la máquina del fango, las miles de mentiras vertidas, las exageraciones amplificadas y el continuo “difama que algo queda”, fuimos torpes. Muy torpes. Tremendamente torpes. Desde el minuto 1 el egoísmo fue moneda común, y al buen rollo de las primeras asambleas, se iban enconando ciertas posiciones ideológicas o estratégicas. Desde arriba no supieron ser, no ya bastante generosos, sino siquiera un poco, y para mí, este ha sido el gran cáncer, por encima de cualquier otro, que nos ha ido consumiendo poco a poco. ¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión? Rezaban unas pegatinas para las europeas y cuyo mensaje hasta me emocionaba por sentirlo tan veraz. La ilusión era nuestro motor, se olía, se veía, se palpaba, pero ni desde arriba supieron cuidar mínimamente el tremendo potencial de los círculos, ni desde los círculos, a nivel interno, supimos tener la altura de miras al que el momento histórico obligaba. Nadie dijo que fuera fácil. Y en esas, poco a poco todo se iba vaciando, la gente y también la ilusión. Quedaba el resquemor de sentir que los que llegaban eran menos y con menos ilusión y fuerza que los que se iban. Aún así, seguía siendo motor de cambio, o algo parecido a ello y, puntualmente, reaparecía la ilusión y con ella la creencia de que todo podía volver a pasar...pero entonces, llegaba un nuevo mazazo, en forma de pelea interna, de cabeza cortada, de cuchillo por la espalda, de declaración gratuita, de vaivenes ideológicos, de incoherencia, de torpeza….y mucho egoísmo. En lo más alto de su castillo de naipes la cúpula se reducía para encontrarse cada vez más sola. Y sin ese motor, todo el engranaje iba fallando y cada nueva vuelta de tuerca las desilusiones iban superando con creces a las ilusiones.

Y en este contexto de desencanto, nuevos nichos políticos fueron ocupados por parte de un discurso que iba aumentando su dosis de odio para todo ignorante dispuesto a escuchar. Y no supimos verlo. Y no supimos frenarlo. Pablo se compró la casa y de entre todas las torpezas esta, para el grueso de la sociedad, ha parecido ser la única imperdonable. Irrumpe VOX, se desinfla Podemos, pasan 5 años y justo ese día, como si fuese una broma macabra, los dos protagonistas protagonizan la última vergüenza insalvable. Uno por desleal, el otro por egoísta. Y entre todos la mataron…

                            
                                 ...ahora que tanta falta nos hace

sábado, 5 de enero de 2019

La solidaridad de lo humilde


Cuando la música se viste de solidaridad ponemos dos elementos tremendamente potentes sobre la mesa; la mezcla tiene que resultar apoteósica por narices. Sírvase en botella fría y con moderación, digamos, una vez al año. Si entre los ingredientes unimos la familiaridad y la cercanía de lo local, la humildad de la gente grande y la entrega de los más locos, puede que lo que tengamos entre las manos sea una de esas cosas mágicas que, sin embargo, parecieran pasar desapercibidas.
Hace ya muchos años que, en nuestra ciudad, la fea, la del narcotráfico, la que no tiene de nada, se viene realizando un evento en el que prácticamente todos los músicos de la ciudad se suben con sus bandas al escenario, a lo largo de muchas horas y en vísperas de la llegada de los reyes. Hace ya muchos años que nuestros músicos se visten de reyes, pero de los buenos, de los magos, y todos los que bien lo quieren van a verlos y no pagan entradas, dan un juguete a cambio. Y ese juguete llegará a unas manos que, a diferencia de otras manos, no cogerá más juguetes de los que debiera, sino que apenas sí puede coger algunos. Así que los músicos regalan notas para que la gente regale juguetes para que en la penuria de una ciudad donde la desigualdad es creciente tape un poco sus vergüenzas, precisamente, el día que más lo necesita: el día de los niños.
Eventos más o menos parecidos a estos se dan en todos los rincones de las ciudades, especialmente por estas fechas, pero aquí hay una serie de elementos que merecen la pena ser destacados. Hace ya más de veinte años, el bueno de Migué Mateo se topó con un anuncio en el que nuestro payaso más recordado, Miliki, anunciaba un circo especial y ya sin animales, en el que la entrada sería un juguete. El Migué le estuvo dando vueltas a la cabeza para ver cómo trasponer hasta Madrid cargado de regalos y al comentarle las dudas a su padre, este, le vino a decir, muy sabiamente, que para qué ir allí, si podía hacerlo aquí. Así que nuestro Sandokan, no se lo pensó dos veces, se lio el turbante a la cabeza y empezó a mover cielo y tierra. José Angel dueño por entonces de La Novena y también de La Nave, hoy La Gloria en la Plaza Neda, quedó, una vez más, maravillado por los encantos persuasivos de nuestro extravagante personaje, accediendo por tanto a la propuesta solidaria, aunque también algo loca, de Miguelillo. Así que, poco a poco, sin redes sociales, sin micros, ni radios, solo alguna docena de carteles mal diseñados y el boca a boca del que nunca da un proyecto por perdido, se fue acercando aquel diciembre del 97 en el que grupos como Viaje 800, Prohibida, La Plaga y, por supuesto, Pandemonium cerraban un cartel al que, a última hora, se sumaba una academia de baile flamenco de la época, para hacer de aquella fiesta solidaria un éxito incontestable que alcanzó la friolera de 800 juguetes. Tocaba repartirlos y, para ello, pudo contar con la ayuda de Rocío Mediavilla y Esther Lara que, desde Onda Algeciras, se prestaron para que todos los juguetes llegaran a sus destinatarios, y así fue como, a través de la Parroquia de la Piñera, la colecta de los días previos, y con ella todo el proyecto, cobró sentido.
A veces es difícil gestionar el éxito, y esto es lo que debió pasar al año siguiente, las expectativas creadas fueron altas y esto hizo que muchísima gente quisiese sumarse al carro, pero tal vez algunos con más intereses que altruismo, el caso es que, cuando todo parecía hecho, una serie de despropósitos hicieron que Migué Mateo anunciara por su canal hacia el mundo, el buzón de voz de CanalSur radio, que el concierto quedaba suspendido…a dos días vista. Lo que no se esperaba Miguel es que la onda expansiva creada el año anterior había llegado a lugares tan recónditos como Alcalá de Guadaira, Puente Genil o Almería, donde filantrópicos seres se habían hecho con cientos de juguetes para la ocasión y amenazaban con ir hasta Algeciras para entregarlos, sí o sí. No hubo concierto, pero sí regalos.
Los años venideros, Onda Algeciras comenzó con un Maratón quién sabe si no inspirados por aquella idea de Miguel Mateos, pero nuestro protagonista quizás no encontraba fuerzas o motivación para seguir haciéndolo. Así que el tiempo, una vez más, siguió pasando, y pasó más de una década, hasta que nuestro reconocido Api tuvo a bien recordar y retomar aquel proyecto, ahora que La Gramola era un sitio de referencia para todos los amantes de la música en Algeciras y el mejor espacio donde ir a ver música en directo. Tuvo también el acierto y la elegancia de no dudar un instante en llamar a Miguel, y contar con él como el Alma mater de aquel proyecto que fue y que volvía a nacer. Y también, como homenaje a otro de los responsables del mismo y que ya no estaba, Miguel Mateos padre, “El Cordobilla”, una persona que no tuve el gusto de conocer pero que, a juzgar por lo que uno oye hablar a su hijo de él, no cabe duda de que debió de ser una excelente persona. Ojalá algún día mis hijos hablen la mitad de bien de cómo lo hace Miguel de su padre.
Así fue como un proyecto que nació hace más de veinte años sigue hoy tremendamente vivo, sin grandes pretensiones, sin ser apenas recogido por la prensa, sin aspirar a carteles de más caché que perfectamente podrían darse. Simplemente siendo ese lugar de encuentro en la ciudad, entre los músicos de la zona. Ese lugar en el que un Heavy macarra se acerca humilde y coloca una pelotita en la enorme pila de juguetes que se extiende a los pies de los músicos. La enorme pila de solidaridad que año tras año hace de parche al tiempo que los músicos y los amantes de la música se hermanan en la ciudad olvidada mientras la música suena…hasta que llegue el día que, como dice Api, ojalá no haya necesidad de realizarlo.