La vida y sus giros…
38 vueltas después hay muchas
vivencias que se acumulan. Uno cambia, un rato, aunque su esencia siga, uno
cree, más o menos, inmutable. Al yo que
fui muy preocupado por gustar a las chicas con mi pelo largo, abdominales y
zapatillas de marca, la charla de mi tío Pepe echando pestes de la explotación
de Nike, el soniquete continuo de
Extremoduro y un pelo y cara lisa que se iban ondulando con rizos y granos, le
sobrevino un cambio radical y cambió el chándal Nike y los bombachos Billabong
por otros pantalones más anchos hippiosos. Y así uno iba viendo que el resto de
los que no eran tú eran el rebaño y tú, pues no. Daba coraje que el rebaño te
mirase mal, se metiese contigo por no seguir las normas y te desplazase en cierto modo. Pero el camino
ya había sido tomado. No había vuelta atrás. Demasiadas cosas cambiarían para
siempre. Seguiríamos siendo del rebaño, como el que más, pero de otro modo. Y
en ese modo, la música lo impregnó todo. El rock nacional de minorías la
bandera con la que reconocernos entre nosotros y en ese nosotros y esas
banderas surgió de la mano de una de nuestras favoritas de fuera del rebaño el
culto a Buenas Noches Rose.
Ana Marr, queridísima Ana Marr.
De sus miles de vivencias de adolescencia y juventud, Ana Marr campanilla. Ana Marr
vino al insti recomendando con el entusiasmo que solo ella podía transmitir que
sí o sí tenía que escuchar a Buenas Noches Rose. A Buenas Noches Rose, por otro
lado, no los conocía ni el tato. Ana Marr, unos cuantos más como ella
repartidos por el país y la gente de su barrio. Los jóvenes entre pijos y macarras
de Alameda de Osuna hacían rock del de siempre, pero con un sello único que les
salía de las entrañas. Era muy fácil reconocerse en ellos, aun cuando el primer
disco que cayó en mis manos, de las manos de Ana, me resistí a oírlo.
Finalmente lo hice y no dejé de hacerlo durante años. Por entonces, a media
península de distancia crecía conmigo Sergio, con el que intercambia vivencias,
sueños, deseos y cartas…muchas cartas. Entonces eso, no se veía demasiado raro.
Sergio iba al tiempo que yo venía y viceversa. De los 15 a los 18 poder
escaparte de tu tierra pueblerina del sur a la capital era algo que debía de
molar tanto como escaparte del bullicio de Madrid al buen rollo de las playas
de Tarifa. Y entre idas y venidas comenzábamos a impregnarnos de vida Sergio y
yo, con la música por bandera. Así que Sergio recogió el testigo que tan
ansiosamente Ana le gritaba al mundo y entre los dos fuimos grandes y honrados
discípulos de los Rose, superando incluso a nuestra maestra. Así, la pérdida de norte del grupo con la
huida a tierras alpujarreñas de su carismático cantante, al igual que a ellos,
no nos supuso un palo infranqueable y seguimos apostando por quien nadie parecía
querer apostar en esa España que tenía al ya difunto rock en peligro crítico de
desaparecer. Y el amigo de la capital que siempre demostró saber moverse y su
pretensión de nunca dejar de hacerlo se puso en contacto con los managers del
grupo y en una quedada en la parada de Bilbao adquirimos camisetas y poco
después el que sería su último disco.
Buenas Noches Rose no mucho
después pasó a la historia, pero a nosotros nos quedaban años de tocarlos,
cantarlos y escucharlos…aunque bastantes menos a mí. Así, hace alguna semana,
conocían mis hijos en el coche aquella canción que no gasté porque las
canciones se empeñan en no dejarse gastar por mucho que se las manosee: La
Estación Seca. El disco volvió a mis oídos y de algún modo el legado continuó.
Muchos años antes de eso, aún con
la fiebre de la primera juventud Sergio tuvo un sueño, que no era otro que
vernos grabar una maqueta y que en ellas intervinieran los de los Rose. Y como
su empeño era grande, lo acabó consiguiendo. Sin embargo, por desgracia, por
distintas razones, aquello supuso el freno a una amistad que raras veces se
conoce. De la Alpujarra vino el Skywalker pa cantarse unos temitas e incluso
nos hicimos unos bolos por algún colegio mayor de cuyo nombre no quiero
acordarme. La vida siguió y tan grande era el amor que Buenas Noches Rose
despertaba que Sergio no estaba dispuesto a hacerlos olvidar, tal vez por eso,
después de seguir con intensidad la más exitosa escisión de la carrera de los
madrileños que no era otra que Pereza, decidió embarcarse en un proyecto
nombrado con la primera canción del último disco de Buenas Noches: Miss
Caffeína. Así que así nació Miss Caffeína, de la mano de Sergio y Álvaro, tan
amante como el primero del grupo caído en desgracia que no en el olvido.
Los años pasaron, el éxito de
Miss Caffeina fue incontestable y tras eso, el destino quiso que aquella
amistad, sin ser, obviamente, la de antaño, tampoco cayese en el olvido.
Entre tanto, en una celebración
de un concierto del más exitoso grupo de la escena Indie, Vetusta Morla,
acabamos con ellos de palique entre cervezas en la noche de Chiclana. En esa
velada acompañaba la tremenda energía de Merche Corisco, a la cual conocía por
cantarse dos temas en aquella Estación Seca de Buenas Noches Rose. Ahora Merche
es más de Cádiz que el Kichi, aunque en su carnet ponga Madrid. Y con la
Corisco acabé parloteando pa que ejecutara con su maléfica dulzura uno de los
cuentos que pasarán a nuestra historia de aquellos días hoy tan lejanos del
confinamiento.
Por otro lado, el Facebook se
empeñó en que mi último retal de grupi le enviase solicitud de amistad a
Alfredo García, Alfa, guitarrista, compositor principal y alma de Buenas Noches
Rose. A Alfa, además, al que he admirado por décadas, lo seguí después con su
grupo Le Punk. Y de este grupo le pedí una canción para mi corto La Vuelta con
el IES Kursaal.
Todo esto que cuento son
tonterías, nimiedades. Cosas íntimas casi que uno piensa en publicar y le da
tanto rubor como pereza por la desazón que pudiera provocar al que lo lee. Pero
si tú que estás leyendo has llegado hasta aquí tendré que decirte que lo escribo
porque es mi historia y para mí es una bella historia. Una historia de la vida,
con sus idas y venidas, sus casualidades, su tiempo que pasa, los recuerdos que
abrigan.
Buenas Noches, Rose.
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