lunes, 31 de diciembre de 2018

Across the Universe


La tercera temporada de Lost y su “We Have to go back” nos tenían  atrapados a la pantalla y monotemáticos en las conversaciones. Por aquellos días crecíamos deprisa encontrándonos un paso más dentro de la adultez que de los días universitarios, pero aún sin demasiados compromisos. El primer año de convivencia estaba a punto de concluir, tocaba mudarse y puede que, por todo un poco, decidiésemos que un gato, a falta de hijos que ni se vislumbraban en el horizonte, era el paso lógico. Así que, haciendo caso a nuestro espíritu frikiero, acordamos llamarlo Sawyer. Sawyer era pequeño y hermoso, tan precioso que conquistó corazones desde un primer momento, muy especialmente el de Elena. Llegó en plena mudanza, así que no tuvo el mejor aterrizaje. No debe ser fácil que vengan unos desconocidos y te separen de tu madre y tu hermana para siempre, pero en fin, esa es la vida de los humanos y los gatos. Sawyer no tardó en acostumbrarse a los mimos que no cesaban y a eso de ser el rey de la casa…más un zulo que una casa, pero rey al fin y al cabo. Sawyer nos acompañaba si íbamos a Granada de visita o si tocaba Algeciras. Los días pasaban y su pelaje blanco y negro, su continuo ronroneo, sus juegos y sus múltiples manías fueron formando tanta parte de nosotros como nosotros mismos.
El tiempo, como siempre hace, decidió seguir pasando, y ante la pequeña preocupación de verlo a veces tan solo y ante las casualidades del destino, Trotsky no tardó en aparecer. Y ya eran dos. Trotsky con sus miedos, sus locuras y la energía incombustible de ser cachorro hacían que Sawyer a veces perdiese los nervios…pero pronto, muy pronto, se acostumbraron tanto el uno al otro como a ellos mismos.

Viajes, cuidados, vacunas, Lennon, escapadas y vallas antihuídas, arañazos, horas de sueño, mimos, juegos, liquidito, arena de perla, manías, juegos con cajas, bolas de aluminio, ataques por sorpresa, ronroneos… y el tiempo siguió pasando. Embarazo, mudanza y Adán vino para quitarles su reinado. En Algeciras la vida se empeñaba en ir aún más deprisa e inevitablemente Sawyer y Trotsky pasaron a un segundo plano. Aprendimos a compartir momentos nocturnos, a encontrarnos a deshoras, a buscarnos las vueltas, especialmente cuando sabías que en Sawyer siempre existía ese remanso de paz capaz de ponerle freno a la frenética actividad de ser padre primerizo, o de tener a dos hijos pequeños…y cuando duermen, y te ibas a la cama, allí estaba él, para pegar tu rostro sobre su abdomen, para respirar más lento mientras el mundo iba desacelerando al tiempo que las vibraciones de sus ronroneos comenzaban a ganar intensidad y atrevesar todo tu cuerpo. A veces he sentido cómo llegaban directamente al corazón, y aparecía el remanso. Sawyer era dador. Y eso era un privilegio que nos podíamos permitir, recibir tanto a cambio de nada.

La salud nunca pareció resentirse, salvo alguna contada excepción y nada llamativo. Eso es lo que pensábamos hace ya algo más de un mes, pero el posible resfriado de Sawyer se alargaba más de la cuenta y lo tenía demasiado bajo. Tocaba ir al veterinario, pruebas, nervios, malas vibraciones y el diagnóstico no vino a despejarlas. Sawyer parecía condenado, aunque nos dieron un clavo al que agarrarnos, y nos agarramos, y Sawyer reaccionó como ese bicharraco que ha sido siempre. El suero le cargó las pilas y la nueva analítica nos lanzó por las nubes durante algunos días…aunque no demasiados. El riñón seguía sin funcionar todo lo bien que desearíamos esperar y los días de amodorramiento, abulia y apatía volvieron a ir ganando la partida. Todo tiene un tiempo. Todos tenemos un tiempo. El tiempo de esos seres que  llamamos animales de compañía y decidimos que nos acompañen en nuestro viaje está destinado a ser más corto. Pero todos tenemos nuestro tiempo. Duele despedirse, duele asumir una nueva perspectiva en la que su presencia ya no inunde el hogar. Duele el vacío que queda y los recuerdos a veces duelen, pero siempre reconfortan.
 Las personas que ponen a los animales (los no humanos, nosotros también lo somos) en un segundo plano desprestigiando todo tipo de sentimiento empático o de familiaridad, o de compañerismo, o de amistad, tal vez es porque no han experimentado lo que es vivir con ellos. O tal vez es por vete tú a saber qué. El caso es que, nos queda el cálido y sereno recuerdo de tanto vivido. Ahora que han pasado dos semanas, escribo estas letras y sonrío levemente, con más calma, tal vez heredada por toda la que él regalaba. Fue dura, muy dura, la despedida, pero también hermosa. Llena de amor y de recuerdos. De paz y gratitud. Porque es exactamente eso lo que sentimos al pensar en los años que hemos compartido con Sawyer, su vida. Y reconforta, también bastante, saber que, aun con nuestros errores, hemos podido brindarle una vida más que satisfactoria.

 Sonaba Lennon en los últimos minutos que compartimos, porque siempre decíamos entre risas, pero de un modo totalmente sincero, que era el único que lo calmaba en aquellos viajes Málaga-Algeciras que tan nervioso le ponían. Sonó Beautiful Boy la cual siempre será para nosotros su canción y le despedimos mientras lo hacía el Across the Universe, porque de un modo u otro, algo así es lo que queremos creer que pasó, que viajó a través del universo en un momento fugaz que duró una eternidad…


 Gracias por tanto. Te queremos, te extrañamos.

2 comentarios:

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  2. 😥😥😪
    DEP Sawyer...
    Qué difícil es la despedida, estos compañeros de piso, de vida, nos dan tanto por tan poco, se vuelven tan parte de nosotros que nos parece que siempre van a estar ahí...
    Pero no, su ciclo es injustamente corto, quizás para enseñarnos a apreciar aún más su compañía...
    Muy bonito el relato, José, yo lo he leído extrapolando con las mías y no he podido evitar emocionarme.
    Hasta siempre Sawyer y Pelusa, preciosa pareja allá donde estén.

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