sábado, 5 de enero de 2019

La solidaridad de lo humilde


Cuando la música se viste de solidaridad ponemos dos elementos tremendamente potentes sobre la mesa; la mezcla tiene que resultar apoteósica por narices. Sírvase en botella fría y con moderación, digamos, una vez al año. Si entre los ingredientes unimos la familiaridad y la cercanía de lo local, la humildad de la gente grande y la entrega de los más locos, puede que lo que tengamos entre las manos sea una de esas cosas mágicas que, sin embargo, parecieran pasar desapercibidas.
Hace ya muchos años que, en nuestra ciudad, la fea, la del narcotráfico, la que no tiene de nada, se viene realizando un evento en el que prácticamente todos los músicos de la ciudad se suben con sus bandas al escenario, a lo largo de muchas horas y en vísperas de la llegada de los reyes. Hace ya muchos años que nuestros músicos se visten de reyes, pero de los buenos, de los magos, y todos los que bien lo quieren van a verlos y no pagan entradas, dan un juguete a cambio. Y ese juguete llegará a unas manos que, a diferencia de otras manos, no cogerá más juguetes de los que debiera, sino que apenas sí puede coger algunos. Así que los músicos regalan notas para que la gente regale juguetes para que en la penuria de una ciudad donde la desigualdad es creciente tape un poco sus vergüenzas, precisamente, el día que más lo necesita: el día de los niños.
Eventos más o menos parecidos a estos se dan en todos los rincones de las ciudades, especialmente por estas fechas, pero aquí hay una serie de elementos que merecen la pena ser destacados. Hace ya más de veinte años, el bueno de Migué Mateo se topó con un anuncio en el que nuestro payaso más recordado, Miliki, anunciaba un circo especial y ya sin animales, en el que la entrada sería un juguete. El Migué le estuvo dando vueltas a la cabeza para ver cómo trasponer hasta Madrid cargado de regalos y al comentarle las dudas a su padre, este, le vino a decir, muy sabiamente, que para qué ir allí, si podía hacerlo aquí. Así que nuestro Sandokan, no se lo pensó dos veces, se lio el turbante a la cabeza y empezó a mover cielo y tierra. José Angel dueño por entonces de La Novena y también de La Nave, hoy La Gloria en la Plaza Neda, quedó, una vez más, maravillado por los encantos persuasivos de nuestro extravagante personaje, accediendo por tanto a la propuesta solidaria, aunque también algo loca, de Miguelillo. Así que, poco a poco, sin redes sociales, sin micros, ni radios, solo alguna docena de carteles mal diseñados y el boca a boca del que nunca da un proyecto por perdido, se fue acercando aquel diciembre del 97 en el que grupos como Viaje 800, Prohibida, La Plaga y, por supuesto, Pandemonium cerraban un cartel al que, a última hora, se sumaba una academia de baile flamenco de la época, para hacer de aquella fiesta solidaria un éxito incontestable que alcanzó la friolera de 800 juguetes. Tocaba repartirlos y, para ello, pudo contar con la ayuda de Rocío Mediavilla y Esther Lara que, desde Onda Algeciras, se prestaron para que todos los juguetes llegaran a sus destinatarios, y así fue como, a través de la Parroquia de la Piñera, la colecta de los días previos, y con ella todo el proyecto, cobró sentido.
A veces es difícil gestionar el éxito, y esto es lo que debió pasar al año siguiente, las expectativas creadas fueron altas y esto hizo que muchísima gente quisiese sumarse al carro, pero tal vez algunos con más intereses que altruismo, el caso es que, cuando todo parecía hecho, una serie de despropósitos hicieron que Migué Mateo anunciara por su canal hacia el mundo, el buzón de voz de CanalSur radio, que el concierto quedaba suspendido…a dos días vista. Lo que no se esperaba Miguel es que la onda expansiva creada el año anterior había llegado a lugares tan recónditos como Alcalá de Guadaira, Puente Genil o Almería, donde filantrópicos seres se habían hecho con cientos de juguetes para la ocasión y amenazaban con ir hasta Algeciras para entregarlos, sí o sí. No hubo concierto, pero sí regalos.
Los años venideros, Onda Algeciras comenzó con un Maratón quién sabe si no inspirados por aquella idea de Miguel Mateos, pero nuestro protagonista quizás no encontraba fuerzas o motivación para seguir haciéndolo. Así que el tiempo, una vez más, siguió pasando, y pasó más de una década, hasta que nuestro reconocido Api tuvo a bien recordar y retomar aquel proyecto, ahora que La Gramola era un sitio de referencia para todos los amantes de la música en Algeciras y el mejor espacio donde ir a ver música en directo. Tuvo también el acierto y la elegancia de no dudar un instante en llamar a Miguel, y contar con él como el Alma mater de aquel proyecto que fue y que volvía a nacer. Y también, como homenaje a otro de los responsables del mismo y que ya no estaba, Miguel Mateos padre, “El Cordobilla”, una persona que no tuve el gusto de conocer pero que, a juzgar por lo que uno oye hablar a su hijo de él, no cabe duda de que debió de ser una excelente persona. Ojalá algún día mis hijos hablen la mitad de bien de cómo lo hace Miguel de su padre.
Así fue como un proyecto que nació hace más de veinte años sigue hoy tremendamente vivo, sin grandes pretensiones, sin ser apenas recogido por la prensa, sin aspirar a carteles de más caché que perfectamente podrían darse. Simplemente siendo ese lugar de encuentro en la ciudad, entre los músicos de la zona. Ese lugar en el que un Heavy macarra se acerca humilde y coloca una pelotita en la enorme pila de juguetes que se extiende a los pies de los músicos. La enorme pila de solidaridad que año tras año hace de parche al tiempo que los músicos y los amantes de la música se hermanan en la ciudad olvidada mientras la música suena…hasta que llegue el día que, como dice Api, ojalá no haya necesidad de realizarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario