De vueltas con la educación, una
vez más, y sin ser inicio ni final de curso, ni haber casos sonados de
maltratos de por medio, sin ni siquiera contar con una de esas declaraciones
inflamables de nuestro penúltimo ministro educativo, el incendiario. Sin todo
eso, decía, la comunidad educativa vuelve a echar humo. En esta ocasión por las
últimas declaraciones, noticias, titulares (o un poco de cada) del aclamado y prestigioso
filósofo-pedagogo, José Antonio Marina(en estas últimas semanas en horas bajas).
Y es que José Antonio ha venido a meterse, no sé si queriendo o sin querer, en
terrenos muy pantanosos. Y yo, lo que quiero con esta entrada, es, como no
podía ser de otra manera, dar mi opinión al respecto invitando a la mesura, al
espíritu crítico y a la capacidad de diálogo.
Comenzaré diciendo que sí, que el
hecho de ponerse del lado del ministerio de Educación del Gobierno del PP a
pocas semanas antes de las elecciones, mosquea. Sí, reconoceré que ampliar el
foco en temas retributivos relacionados con la “calidad” docente, mosquea aún
más. Y si queréis, hasta podré reconocer que el afamado escritor a veces ha
coqueteado más de la cuenta para mi gusto con esos términos relacionados con la
“excelencia” que personalmente entiendo se alejan de lo que debería ser el concepto
ideal de educación. Una educación que tendría que velar más por el desarrollo
pleno de las personas, de sus capacidades emocionales, del desarrollo de sus
individualidades, de la cooperación, etc., que por el hecho de dirigirse a
preparar a “perfectos” trabajadores del futuro…pero eso, en el día de hoy, es
otra historia.
Dicho todo esto, creo que Marina
ha demostrado con creces en las últimas décadas ser uno de los referentes
educativos más insignes de nuestro país. Creo que esto se comprueba rápidamente
echando un vistazo a algunos de los innumerables artículos que tiene por la
red, o acudiendo a alguna de las plataformas que lleva fomentando desde hace
años, como la Universidad de Padres, donde construye educación de forma
interactiva y contando con padres, docentes y la comunidad entera, porque como
bien suele repetir: “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Amante
de figuras de primer nivel mundial en aspectos pedagógicamente revolucionarios
como Ken Robinson, Marina demuestra una vez
sí, y la otra también, que sabe perfectamente de lo que habla. Por otro
lado, ha apoyado firmemente asignaturas como la Educación para la Ciudadanía y
ha criticado ferozmente la labor de Wert, así como su ley. Por tanto, no
estamos ante un ignorante de la materia. No estamos, como en otros casos, ante
un político que mira exclusivamente por el interés personal y/o del partido. Aún
así, contemplemos que pudiera ser que sí, que aprovecha su conocimiento para
lucrarse (cosa que dudo) pero como quiera que sea, lo que pretendo dejar claro
es que es una persona con suficiente recorrido, formación y trayectoria como
para hablar con autoridad sobre el tema.
¿Y qué es lo que pasa? Lo que pasa es que
ahora que el ministro le pide que elabore un libro Blanco, los medios le ponen
las alcachofas por delante y él habla. Y habla sobre muchas cosas. Muchísimas
cosas. Y muchísimas de ellas (por no decir la gran mayoría) tremendamente
interesantes, pero claro, habla de sueldos, de profesores, de evaluaciones y la
prensa se preocupa de sacar el titular y los consumidores de noticias de
devorar titulares y envenenarse. Tal vez estos, tendrían que llamarse
consumidores de titulares, más que de noticias. Podría decirse que se junta el
hambre con las ganas de comer. La prensa hace de forma engañosa su trabajo. De
forma sensacionalista, sesgada y poco veraz, echando a conciencia carroña,
sabiendo perfectamente que los devoradores agitarán las alas, graznarán y todo
correrá como la pólvora por las redes que, a fin de cuentas, es lo que los
enriquece. Dicho esto, no me pondré demasiado digno, pues admito que tal vez
también yo he consumido muchas veces carroña y me he querido envenar. Pero ya
va tocando decir basta. Ya va tocando contrastar, macerar, madurar las ideas
antes de hablar por hablar. Ya va tocando hablar con conocimiento de causa,
aunque solo sea un poquito.
Y dicho esto, ¿es tan malo que
los profesores cobren según sus capacidades? Pues no lo sé. En ciertos aspectos
veo cierta coherencia. En otros aspectos me asusta, sabiendo cómo se las gasta
el personal. ¿Quién y qué se evalúa? No me entusiasma, sin duda, convertir los
centros educativos en una suerte de grandes empresas donde la competitividad
entre compañeros sea uno de los factores dominantes. Me repugna pensar que
alguien pretende dar a entender que el problema principal de la educación va de “malos profesores”. Pero es que no es de
eso de lo que habla Marina. Y, por otro lado, admitámoslo, no todos son tan
buenos. Ni dentro de los buenos, todos igual de bueno. Pero, más allá de esto,
una cosa incuestionable de las que ha señalado Marina es que los profesores
somos autodidactas. Aprendemos solos, sin ver a los compañeros, sin haber
recibido formación en las universidades (me refiero a los de instituto en este
caso), sin recibir una formación seria
tras comenzar a ejercer nuestra profesión y, a pesar de todo, no queremos ni
oír hablar de que alguien se pueda meter en el aula a ver cómo lo hacemos. Admitámoslo, a muchos les acojona que eso
ocurra y, si eso es así, es porque no están absolutamente seguros de que
desempeñen su labor perfectamente. ¿Pasa la solución porque unos cobren más y
otros menos? Personalmente, no creo en eso. Pero de lo que se trata, y he aquí
el error de todo el asunto, es de que lo que está haciendo Marina no va de eso.
Marina está planteando un libro Blanco elaborado entre todos aquellos que
quieran participar y ha puesto como condición que tendrá que haber un gran
pacto de Estado tras las elecciones, y que habría que cambiar la ley (esta vez
para siempre, o algo parecido) que se adecúe a dicho pacto. Y éste, y no ningún
otro, es el camino que debe, de una vez por toda, tomar la educación de nuestro
país. Entonces habrá que sentarse y hablar y ponerse de acuerdo y anotar y
borrar y pelearse y volver a hacerlo todo para, finalmente, llegar a buen
puerto.
Ok. Ok, ok. Soy consciente. Y lo
estás pensando. Soy un ingenuo…
…pero, ¿Soy un ingenuo? ¿El ingenuo es Marina?
¿O tal vez vamos a poner la vista, de una vez por todas, en esa dirección? Solo
el tiempo lo dirá, pero mientras la política siga llevando la voz cantante en
materia educativa, al resto de la sociedad y, muy especialmente a todos y todas
aquellos que creemos firmemente en la educación como base indiscutible para
construir un mundo mejor, no nos queda otra que seguir intentando convertir
esto en una realidad y para ello poco debe importar, así sea el mismo diablo el
presidente del Gobierno.
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