viernes, 18 de enero de 2019

5 años, perdón por la tristeza



Ayer, cinco años y un perdón por la tristeza después, prometí escribir en retrospectiva y lejos de la cursilería, la añoranza y el derrotismo. Pero ayer estuve demasiado liado en otros quehaceres diarios y ya han pasado 5 años y un día que, aunque puedan sonar a condena, tienen aún muchas cosas con las que alegrarnos, pero tal vez más, qué duda cabe, con las que acudir al pesimismo, ese en el que me prometí no ahondar. Sí tuve tiempo ayer de leer algún artículo sobre lo mismo, uno de ellos del que siempre he considerado la persona más honesta, coherente y con la cabeza amueblada en Podemos, que no es otro que Diego Pacheco. También me dio por leer algunas de esas entradas que un más joven yo escribía cinco años atrás analizando entre la esperanza y la ilusión desbordante los mensajes que calaban de aquel proyecto que arrancaba. Y sí, eran los mismos que recuerdo nítidamente hoy: participación, nuevas formas, transparencia, pedagogía… El espíritu del 15M al que ya hacíamos referencia, la canalización de aquello instrumentada desde la Complutense (y más allá),para movilizarnos a todos, no ahora a las calles, sino a aulas de debate y construcción asambleas mediante. Y la palabra Círculo nos hechizó a todos, y los grupos de Whatsapp primero y Telegram después consumían nuestros ratos libres. Los discursos rompedores y valientes entonados con fuerza desde La Sexta Noche (y más allá) por parte de Pablo nos daban alas a aquella legión de simpatizantes activistas que nos veíamos, gustosamente obligados, a dar un paso al frente. Y la magia de aquellos meses nos hizo fuertes. Muy fuertes, y nos lo creímos. Juntos construíamos y sobre la mesa en el constructo social ganábamos partidas de nuevos viejos términos: casta, renta básica, puertas giratorias...se ponían sobre la mesa y un leve germen parecido a la conciencia de clase nacía. Tras el 25M parecíamos imparables, hasta miedo daba semejante supuesto ascenso, y pateamos el tablero.

Reyes abdicaron, líderes se fueron, otros nuevos más guapos y jóvenes llegaron...y nada parecía frenarnos. Pero tenían grandes ases guardados bajo la manga y la hemeroteca, el miedo a Venezuela fueron la primera mella. Salieron con el Podemos de derechas y a espaldas de los ciudadanos emergió Ciudadanos para subirse al carro del reparto en más cachos del pastel político. Era obvio que ellos responderían, y fue genial ser artífices de estos cambios. Parece incuestionable, a pesar de los pesares, que en la estela que dejaba la irrupción, a regañadientes, la vieja escuela casposa estaba obligada a parecer menos casta y ser con ello, entre otras cosas, más transparente. Consuela pensar que muy probablemente ya no se roba como hace diez años.

Pero, a pesar de la máquina del fango, las miles de mentiras vertidas, las exageraciones amplificadas y el continuo “difama que algo queda”, fuimos torpes. Muy torpes. Tremendamente torpes. Desde el minuto 1 el egoísmo fue moneda común, y al buen rollo de las primeras asambleas, se iban enconando ciertas posiciones ideológicas o estratégicas. Desde arriba no supieron ser, no ya bastante generosos, sino siquiera un poco, y para mí, este ha sido el gran cáncer, por encima de cualquier otro, que nos ha ido consumiendo poco a poco. ¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión? Rezaban unas pegatinas para las europeas y cuyo mensaje hasta me emocionaba por sentirlo tan veraz. La ilusión era nuestro motor, se olía, se veía, se palpaba, pero ni desde arriba supieron cuidar mínimamente el tremendo potencial de los círculos, ni desde los círculos, a nivel interno, supimos tener la altura de miras al que el momento histórico obligaba. Nadie dijo que fuera fácil. Y en esas, poco a poco todo se iba vaciando, la gente y también la ilusión. Quedaba el resquemor de sentir que los que llegaban eran menos y con menos ilusión y fuerza que los que se iban. Aún así, seguía siendo motor de cambio, o algo parecido a ello y, puntualmente, reaparecía la ilusión y con ella la creencia de que todo podía volver a pasar...pero entonces, llegaba un nuevo mazazo, en forma de pelea interna, de cabeza cortada, de cuchillo por la espalda, de declaración gratuita, de vaivenes ideológicos, de incoherencia, de torpeza….y mucho egoísmo. En lo más alto de su castillo de naipes la cúpula se reducía para encontrarse cada vez más sola. Y sin ese motor, todo el engranaje iba fallando y cada nueva vuelta de tuerca las desilusiones iban superando con creces a las ilusiones.

Y en este contexto de desencanto, nuevos nichos políticos fueron ocupados por parte de un discurso que iba aumentando su dosis de odio para todo ignorante dispuesto a escuchar. Y no supimos verlo. Y no supimos frenarlo. Pablo se compró la casa y de entre todas las torpezas esta, para el grueso de la sociedad, ha parecido ser la única imperdonable. Irrumpe VOX, se desinfla Podemos, pasan 5 años y justo ese día, como si fuese una broma macabra, los dos protagonistas protagonizan la última vergüenza insalvable. Uno por desleal, el otro por egoísta. Y entre todos la mataron…

                            
                                 ...ahora que tanta falta nos hace

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