sábado, 15 de agosto de 2015

Ni tan grana, ni tan oro



“Mientras haya un toro bravo y un hombre capaz de ponerse delante de él y crear tal grandeza,nadie podrà acabar con esta fiesta" , no lo he dicho yo, dios me libre, lo ha dicho Enrique Ponce que es en lo que a matar toros se refiere, toda una institución. En esto de las corridas(las de toros) parece que soltar frases lapidarias para sentar cátedra comienza a estar de moda. Se espina el asunto. Se espina porque poco a poco la tortilla se da la vuelta. Ayyyy la masa crítica. Los que eran unos frikis, se van convirtiendo en esos mierdas de frikis como los coja ya verás. Y con esas frases lapidarias, como la del diestro Ponce, que no sé yo si será zurdo, me resulta inevitable no imaginarme a un defensor de las batallas de gladiadores diciendo algo similar, algo así como: “ mientras haya esclavos y gente dispuesta a ver sangre no se podrá acabar con esta tradición” Tal vez el auge de los toros vino en parte por la abolición de estas prácticas. Quién sabe. Lo que sí se sabe es que el ser humano en su evolución va a trompicones, como a marchas forzadas, como sin querer ir. Marchas que fuerzan algunos que sí quieren, aunque sean tachados de frikis, pero que al final, de tan pesados, acaban contagiando su mensaje.

La tauromaquia tiene los días contados. Probablemente sean más de diez mil días y mucha sangre de esos seres derramada. Mucha ignorancia puesta al servicio de una oligarquía que en nombre de España y la tradición pretenden justificar lo injustificable. Hay quien aún sigue insistiendo con sus argumentos: que si es bueno pa la economía, que si el toro se extingue si no, que es un arte, que el animal no sufre o  vaya ud. a saber qué gilipollez. Por suerte, son más cabecitas las que cada día comienzan a darse cuenta de que la vida animal, también es vida. Y en esta conciencia colectiva, que se crea construyéndose, algo que antes parecía ajeno a este Homo Insapiens se torna realidad: empatizar con ellos. Esos vídeos del face en el que se ve un elefante tan feliz dándose bañicos en la playa, o aquel orangután jugueteando con el cachorro del tigre, o la foca que liberada expresa, como nadie, la libertad. Múltiples ejemplos se presentan, por fortuna, cada día frente a nuestras pantallas, por lo que resulta imposible no empatizar, y tras la empatía no ejecutar una mínima reflexión, por mermada que esté esta capacidad en muchos de nosotros.  Al mismo tiempo se nos presentan informaciones relacionadas con las clásicas crueldades de esta, nuestra especie, como posar frente a majestuosos ejemplares que yacen sin vida sobre el suelo ocre de una sabana envenenada con mentiras, desigualdad y dinero. Esas fotos llevan existiendo tal vez siglos, pero ahora la vemos. Es lo único que cambia. Lo que siempre estuvo oculto hoy nos indigna. Igual que lo que siempre pasó desapercibido hoy nos enamora. Así pues, aún con muy poco espíritu de lucha, vamos tejiendo la conciencia colectiva. Claro está que los límites resultan complicados ya que nuestra vida interfiere tremendamente con la vida animal y hasta qué punto estamos dispuestos a cambiar las cosas. Sin embargo hay casos que claman el cielo y se crean grandes consensos.

En éstas, del mismo modo, aparecen los que siempre estaban, pero hoy se hacen su hueco, otra vez con las redes, y su mensaje parece que contagia. Parece que de repente prende como la pólvora y se convierten en los héroes del día. Y lo que era una tarea de valientes locos, pasa a ser tarea de locos valientes. Y después comparten su experiencia y hablan de algo tan real, de algo tan vital como dar un aliento en el último aliento a ese ser que no es solo asesinado, sino abandonado a su suerte entre gritos y aplausos de la multitud eufórica y desquiciada. Resulta hoy difícil imaginarse que eso mismo ocurriera hace no tantos siglos con cuerpos humanos mientras algún emperador mandaba su pulgar hacia abajo. La evolución va a trompicones, mucho más lenta de lo que algunos quisiéramos, pero va. Esa es la esperanza, por llamarlo de algún modo, a la que podemos agarrarnos. Por desgracia el poder de destrucción de nuestra especie acelera las manecillas del reloj que indican la cuenta atrás… ¿nos dará tiempo?

Estamos pa intentarlo

 Entre tanto, solo cabe seguir agradeciendo  a esos locos valientes y, ya puestos, pedirle a muchos un poco de estrategia, sentido común y empatía. No se puede predicar amor a los animales enarbolando la bandera del amor al tiempo que se agita la bandera del odio contra los seres humanos. Sí, pudiera parecer lógico. Es la guerra, se podría argumentar. Pero cuando se enarbola la bandera del amor, es el amor el que tiene que estar presente y ahí  no cabe desearle la muerte a nadie. Y si en el fondo, a pesar de todo, lo deseas, tira de estrategia para saber que ese camino no ayuda a alcanzar el objetivo que persigues y,  de paso, háztelo mirar

No hay comentarios:

Publicar un comentario