Si hay que escribir, mejor, como
casi siempre, si le damos al play y mejor que mejor si hacemos que suene algo de
jazz cincuentero, algún directo de Ellington no estaría mal para empezar.
Comienza el curso, uno más, y ya
van siete. Sin embargo, a diferencia de años anteriores, dicho inicio de curso
ha coincidido con el inicio de la gran Asamblea Ciudadana, Sí se Puede, mediante
la cual Podemos aspira a convertirse en un partido mayor de edad, pero
diferente, alejado de todas las normas convencionales. Como el artista bohemio
y lúcido asomarse a la vida teniendo claro su destino. Aspiramos a ser y hacer
algo grande. Es el sueño de la ciudadanía que día a día se lo va creyendo
más. Qué hermoso es todo!!! Pero claro,
también es cierto que algunas almas lúcidas antes de alcanzar su madurez
tropezaron en turbios caminos que por uno u otros motivos acabaron dejando la lucidez y la madurez revoleadas por el
suelo y nuestra amada alma lúcida tornó
decrépita. Cierto es también que la verdadera lucidez, como ya lo anunciase
Eusebio Poncela a un jovencísimo Juan Diego Botto en Martín H, sobresale por
encima de todo lo demás. Como quiera que fuese y elucubraciones esquizofrénicas
aparte, difícil resultaría comparar a un alma lúcida con la inteligencia
colectiva de cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas. O no. Quién sabe. Porque
entre las miles de cosas que podemos escribir o debatir sobre Podemos hay muchas de ellas que no se sujetan
necesariamente a patrones que ya se diesen años atrás, sino que abrimos un
camino de la mano de nuevas formas de comunicarnos. Esto que parecen a menudo
palabras vacías es realmente significativo en el tipo de cambio que estamos
llevando a cabo y que, queramos o no, trasciende a Podemos. El acierto de
Podemos pasa más bien por haber sabido cristalizar dichas nuevas formas
comunicativas para construir una identidad política común. Esto no siempre
resulta del todo fácil de ver pero, si a través del Facebook consigo
visualizar, leer, reflexionar sobre artículos que otros compañer@s han escrito en
diferentes partes del territorio, la inmediatez de transmisión de esas ideas
condicionará a su vez las mías, así como todo lo demás. Todo se convierte en un
gran todo. Un organismo viviente pensante. Una gran inteligencia colectiva
gobernada al mismo tiempo por los egos individuales que deben aprender que no son más que otras fichas en la construcción de ese ente colectivo que tendrá que ser,
en última instancia, el ser verdaderamente importante. Combate de egos versus
construcción de un ente gaiano.
Los retos del siglo XXI. El futuro
versus el pasado. El panorama de vertiginoso cambio en todos los aspectos que
nos rodean hace que a menudo seamos incapaces de adaptarnos a las nuevas situaciones
que estos cambios nos brindan. Concebimos el mundo bajo las reglas que
adquirimos en otros tiempos, hoy prehistóricos, y de las que, por más que
queramos, nos cuesta terminar de desligarnos. ¿Es realmente positivo
desligarnos de la vieja ideología? Evidentemente, no. Pero tenemos un reto ante
nosotros que nos lleva a elevar el grado de madurez cognitiva para alcanzar a
ver que tenemos que creernos otro escenario. Al mismo tiempo, no se puede
olvidar que ese escenario conlleva nuevos peligros emergentes. Al fin y al cabo
con todo nuevo nivel de organización aparecen nuevas propiedades emergentes y
con ello una mayor complejidad. Las leyes inventadas por la evolución social de
esta humanidad hacen que entender el mundo que nos rodea se convierta en algo
tremendamente complejo que difícilmente se pueda explicar mediante uno u otro
posicionamiento. El poder trasciende a un estado en sí mismo y los dueños de
este poder harán todo cuanto esté en su mano para no soltarlo. Contemplar las
tremendas injusticias y las infinitas desigualdades siempre crecientes hace que
los que soñamos con un mundo mejor ansiemos soluciones instantáneas pero
quizás, por desgracia, esto no sea posible. Por todo ello tenemos que aspirar
al mejor escenario posible que nos brinde el contexto actual. Por todo ello es más
que probable que Podemos no sea el objetivo final. Muchos lo sabemos. Pero
sabemos que el mejor Podemos posible puede convertirse en un paso evolutivo que
venga a cambiar la nefasta y negligente trayectoria en la que nos vemos
inmersos desde tiempos remotos.
Pareciera que este grado
filosófico en el que me sumerjo no viniese a decir nada en claro, sin embargo,
el asunto es bien sencillo, es quizás el debate más importante que hay
internamente en estos días alrededor de Podemos: articular mayorías versus a no
perder la identidad ideológica. Sabemos que el reto pasa por construir
mayorías. Sabemos que para hacerlo hay que renunciar a ciertos símbolos,
convicciones e incluso grandes y acertados pensamientos ideológicos. Decir
renunciar es tal vez decir demasiado. No es realmente renunciar, sino dejarlos
aparcados, en segunda línea quizás. Cuesta aceptarlo porque hacerlo implica el
riesgo de hacer de Podemos un espacio despolitizado en el que llegase a caber
cualquier cosa. Sin embargo, creo que tenemos una materia prima tremendamente
fuerte para evitar que esto ocurra y que, más bien, acabe empujando las posturas
hacia una mayor concienciación política para crear así una nueva en la que
todos y todas podamos construir algo mejor.
Hay múltiples interrogantes sobre
la mesa. Tantas incógnitas se irán despejando muy especialmente a lo largo de
estos dos meses pero también, qué duda cabe, lo hará después. Sea como fuere
nunca debemos de olvidar lo mejor que tiene Podemos: una ciudadanía
concienciada creciente construyendo juntos, codo con codo, de la mano, formando
una gran familia que aprende a tolerar al tiempo que se nutren los unos de los
otros. En otras palabras un gran y hermoso organismo fruto de la
inteligencia colectiva.
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