Si la señorita Mariló Montero lleva
razón y resultase que el alma se traspasa con los trasplantes, a
buen seguro la totalidad de nuestros dirigentes poseen algún órgano
trasplantado de un asesino en serie, o cualquier tipo de psicópata
incapaz de empatizar un ápice con ninguna emoción humana. Puede que
sea así, o puede que para escalar hasta estos cargos que ocupan sea
requisito indispensable trabajar y macerar un alma con la empatía
amputada. Siendo así, serían ellos los que no debieran figurar como
donantes, no vaya a ser que en estos años de tanto ajetreo se nos
mueran jóvenes y desgracien a uno de esos pobres infelices que
esperan entre la angustia y el deseo ese órgano que haya de
devolverles las ganas de vivir. Pero tampoco.
Me parece que lo más probable es que
la exmujer de aquel presentador de cuyo nombre no me quiero acordar
va a estar equivocada y las almas no cambian de domicilio una vez
muerto su portador, por más que nos empeñemos en trasplantarlas.
Puede que hubiese visto aquel aclamado film que nos volvió a regalar
González Iñarritú en los que con una de esas historias a tres
bandas que tanto le gusta montarse, Sean Penn trazaba unas artimañas
para averiguar la identidad de su salvador, que a pesar de muerto
quién sabe si no pudiese él, tan estupendo y atractivo, de algún
modo, suplir su identidad. No le fue mal del todo. 21 gramos dicen
que tenían aquellas almas...pero no señorita Mariló. A pesar de
que la metáfora y la poesía de aquella película hiciesen
estremecer las nuestras(almas claro), no pasaba de película de
ficción; y si usted, por algún casual es aficionada a consumir
ciertas sustancias a tempranas horas de la mañana, no seré yo quién
se lo impida. Pero háganos un favor: entienda que el tema tiene un
componente de seriedad mayor del que a priori sus presumibles amigos
del opus le dijeron, y es que, querida Mariló, esperar un órgano no
debe de ser la mejor de las experiencias. En cambio, recibirlo, sí
que puede aproximarse. Podemos entender, si queremos jugar a ser
comprensivos ciudadanos, que lo hiciste sin mala intención. Pero ud.
no puede olvidar que trabaja en una televisión, pública por cierto,
y que es un modelo para muchísimas personas que la siguen a
diario(no es mi caso dios me libre)y tratar con tanta frivolidad un
tema tan delicado como si estuviese hablando con amigos en un bar, es
cuanto menos digno de retractarse públicamente arrodillada y
escupiendo miles de perdones por la boca porque, querida Mariló, si
yo la escucho en una conversación decir que “ si recibieses un
órgano de un asesino, no lo querrías” pensaría que eres
exageradamente gilipollas. Pero si te lo escucho decir en un programa
de televisión(pública por cierto) lo que pienso es que ud. es una
hija de puta. Y no querría yo equivocarme al pensar tan mal sobre
nadie, no vaya ser que acierte y acabe ud. también de dirigente
política.