domingo, 27 de diciembre de 2009

Septiembre 2005

Estos escritos que no tienen un final
esta desidia tan difícil de enmendar,
esta codicia que no lleva la razón,
estas caricias que no ven la luz del sol.

La luna ingrata que besa mis pasos
tenue reflejo engalanado con retazos,
de un qué hacer, de un renacer, de un qué dijiste
de una promesa esfumada en un despiste.

Preso de las agujas del reloj
entreveo a dioses que sin dudas
de saber que no era el hombre más veloz
que la ineveitable llegada de su locura

Poeta inconexo que entrelaza versos,
separados de la mano,
que se miran con descaro
cuando están los otros desatentos,
que se ruborizan si los pillan desde lejos.

Alma caducada, pinceladas lúgubres
de la condena de esta triste servidumbre
la aspereza de ver flaquear las fuerzas,
la dureza de no encontrar a quién entienda.

Pero todo pasó, fue sólo un mal sueño
fruto de palabras pronunciadas con recelo
escribo, dudo, sopeso, albergo,
serios recuerdos que me hicieron prisionero.

De estas posaderas tan mal mullidas
de esta comisura apuntalando bajo,
de estas esperanzas apuñaladas
por la sinrazón que define al ser humano.

Pero la razón no tiene compañera
cuando la locura detrás de la puerta asoma
las amigas de la decadencia prisioneras
fueron la mala fortuna, la pereza y la miseria.

Pero correrán a lomos de un caballo desbocado
nuevas ilusiones aún por ser curtidas
y sentirán el viento volando a su favor
y entonarán canciones y poemas de amor

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