Supongo que se me hace imposible
recordar cuándo fue el momento exacto en el que pisé aquellas
playas por primera vez. Me recuerdo compitiendo con un cachorro de
boxer, siendo yo también cachorro, corriendo duna arriba. Entonces
solíamos quedarnos por la zona de los pinos, en lugar de llegar
directamente a la playa. Recuerdo tantas veces cruzar aquellas curvas
que por el puerto del Cabrito nos llevaban a Algeciras, o a la
inversa. Recuerdo cómo sonaba la música. Recuerdo también cómo
algunos años después teníamos que volvernos después de haber
hecho casi todo el recorrido al descubrir que ese día no se podía
pisar la playa si no querías salir volando. Cuántas veces ver África tan cerca e imaginar y reflexionar. Recuerdo cómo vimos
aparecer los primeros molinos y también las primeras tablas de
windsurf que más tarde se convertirían en cometas de kite y hasta
hace poco en improvisadas barquitas. También los primeros campings,
con la familia y años después, con los amigos.
Hace ya bastantes años que aprendí a
respetar y admirar el lugar al que con tanta frecuencia me escapaba y
el que, aún sin ser propiamente de mi localidad, siempre sentí
como mío, aunque este sentimiento de pertenencia no deje de sonar algo estúpido. Aprendí a sentirme afortunado y sacar pecho cuando
durante tantos años como los que he estado lejos de esta tierra
hablaba de ella y me sentía orgulloso. Cuántas charlas con los
amigos en las que a pesar de haberse fastidiado el día de playa por
el viento concluíamos que a pesar de todo, teníamos que agradecerle
a éste, el viento, que el ladrillo no le hubiese ganado la partida a
estas benditas playas. Luego llegó la declaración de Parque Natural y el sentimiento de protección se acrecentó...Nos la
prometíamos muy felices, pero parece que olvidamos que la estupidez
humana no conoce límites.
En estos años de crisis, que aún
siendo crisis del sistema está recrudecida en este país en gran
parte como consecuencia de aquella inconsciente burbuja inmobiliaria
que sumió a muchos en un engañoso sueño de riqueza, ¿qué hemos
aprendido? Ahora vuelven a enarbolar la bandera del empleo, de la
riqueza e incluso de la sostenibilidad quien no tiene ni idea de lo
que significa ese concepto. Vuelve la burra al trigo y el tonto otra
vez a la vereda que le llevó a la zarza. El trabajo que llegue no
recaerá entero sobre las manos de los ciudadanos de Tarifa. El
proyecto “sostenible” será el primer paso de muchos otros que
irremediablemente irán llegando. Habla el alcalde de sostenibilidad
diciendo que de los 700 000 m2 de superficie destinada a estos nuevos
usos solo se construirán 84000m2...como si fuera poco. Pero es que
acaso destinará la superficie restante a crear bosque mediterráneo,
o es más probable que se dedique para aparcamientos, restaurantes,
pubs y un largo etc. que lo único que conseguirán será atraer un
tipo de turismo carroñero del que la zona astuta y sabiamente ha
sabido defenderse por todos estos años¿ Acaso no llegará la
autovía que tantas veces se temió? ¿Acaso las 350 viviendas y las
1500 plazas de hotel no implicarán un mayor volumen de aguas
residuales? ¿Tiene el señor alcalde planificado qué hacer con el
tratamiento de estas aguas o sencillamente serán vertidas al río
Jara? ¿O esa responsabilidad recaerá sobre el señor promotor de
dicho proyecto Juan Leocadio Muñoz, marido de Ana Rosa Quintana, el
cual está imputado por varios casos de corrupción como el de
Alhendín? ¿Será que a Leocadio, experto al parecer en sacar
maletines por los distintos municipios de la zona a cambio de
promociones, le preocupa sobremanera la conservación de la zona?
El turismo de Tarifa es en mi opinión
un claro ejemplo de turismo sostenible. Gracias a la gran capacidad
de carga de la playa y a los usos a los que la zona está destinada,
así como a su protección ambiental, el turismo nunca está a la
baja. Muchos turistas se hospedan en hoteles y casas de alquiler en
Tarifa, mientras que otros mucho lo hacen mediante los numerosos
campings que hay a lo largo de la costa. No se trata de defender un
turismo sin beneficio de nadie. Hay muchos vecinos de Tarifa que se
benefician gracias a la hostelería y otros sectores y todo beneficio que saquen del
turismo es poco, pero eso sí, no a cualquier precio, y no a
cualquier precio no por puro egoísmo, sino porque las razones que
llevan a una persona a elegir un determinado lugar como destino
turístico pueden verse irreversiblemente modificadas si el impacto
ambiental no es controlado. Y eso es lo que pasa con las playas de
Tarifa, presentan un altísimo valor ecológico y este es el que las
hace tan atractivas. Si algún vecino en nombre de su alcalde y de
los partidos que supuestamente le representan y han votado a favor
del proyecto(PP, PSOE y PA) entiende que el sacrificio merece la pena
a cambio de los supuestos puestos de trabajo que se crearán, desde mi humilde
opinión, no me quedaría más que decir eso de es pan para hoy y
hambre para mañana. Los albañiles que trabajen en la obra algún
día dejarán de hacerlo, pero cada cimiento puesto solo dará paso a
más cimientos y ningún hijo de nadie verá las playas tal y como
las conocieron sus padres.
Ante la misma basura de siempre, ante
tantísimo hartazgo acumulado en las últimos meses en este país,
¿qué nos queda? ¿Nos queda resignación? ¿Nos quedan pretextos,
excusas y justificaciones? ¿Nos queda fútbol y prensa rosa? ¿O nos
queda la lucha? ¿Alguien aún no se ha enterado de que quién no
llora no mama? Es hora de empezar a luchar, de hacerlo de verdad.
Vivimos tiempos negros y no debemos dejar que nos sigan tomando el
pelo. Hasta el aire que respiramos nos vendrán a cobrar.
Porque eso no ocurra, una vez más
LEVÁNTATE y PIENSA!!!