Aquella carretera se abría ante
nosotros. El coche no presentaba demasiados problemas, no era en este
caso de conducción izquierda, solo automática, y eso, no tiene
mucho misterio. Con tres Cds en el bolsillo, fruto de una compra que
aspiró a ser más, en un mercado de segunda mano en alguna plaza de
Jersey. A saber: Pop(U2), Morning Glory(Oasis) y la joya de la
corona, Two Shoes(The Cat Empire). Demasiado poca música para
tantísimos kilómetros, será inevitable sintonizar buenas
frecuencias.
No llevamos GPS, en su lugar decidí
mirar a través del Google Maps cual sería la ruta más conveniente
entre Fresno y un pequeño pueblito llamado Three Rivers bastante
cercano a nuestro primer objetivo: Secuoia National Park; y apuntar
las carreteras y desviaciones oportunas en mi indispensbable libreta.
Tomamos la vía principal CA99 durante 35 millas(algo menos de 60kms)
dirección sur para después girar hacia el este durante otras 35
millas por una carretera secundaria. La emoción es evidente.
California nos rodea, el sol ilumina un paisaje tan mediterráneo que
nos recuerda a nuestra tierra, así como a aquellas series y
películas setenteras tan californianas. Así, en poco más de hora y
media llegamos a nuestro primer destino. No cuesta nada dar con el
primer motel que haya de cobijarnos las dos noches siguientes. Justo
al lado de la carretera, tal y como aprendimos en las pelis, ahí
está: Western Holiday Lodge Three Rivers. Al bajarnos del coche
descubrimos que el tiempo es sencillamente perfecto. La emoción nos
embriaga, como no puede ser de otra manera. Aún quedan un par de
horas de sol y hace suficiente calor como para darnos un buen baño
en la piscina. Pero antes, lo que toca es el “check in” y toda la
instalación en general.
Así, la tarde discurre entre la felicidad
del que recorre un “nuevo mundo” y la tranquilidad del que no
tiene prisa por llegar a ningún lado, las metas y objetivos vendrán
mañana. Finalmente, recuerdo perfectamente cómo fuimos a un
restaraunte Mexicano para cenar...sería el primero de muchos en este
viaje, pero se guarda un recuerdo especialmente hermoso de aquél, y
de aquella noche.
Al día siguiente hacemos algo parecido
a madrugar, damos cuenta del buffet libre del desayuno y calzamos
coche y carretera. En menos de quince minutos damos con la primera
casetilla que nos hace pagar para entrar en un parque natural, y
serían tres. Si no me falla la memoria, 15$, pero esto sería para
toda la semana. Así que cruzamos, aún crece nuestra emoción, y nos
paramos para las fotos de rigor. Más abajo un río más caudaloso
pero que nos recuerda al Guadiaro por la vegetación mediterránea
que le rodea, es anunciado por un cartel que reza del siguiente modo: "Río Mortal, mucha gente muere aquí ahogada
Mucha gente muere aquí ahogada cada año”, es el
Kaweah river. Seguimos adelante y vemos lo que de forma natural se
asemeja a un dolmen, solo que ningún humano, ni siquiera Hulk,
hubiese podido nunca levantar. Hasta cuándo aguantará es una
incognita. Le auguramos aún una larga vida, pero un mal porvenir a
uno de esos turistas que tanto le gusta fotografiarse bajo la
inmensidad de la roca. Es el Tunnel Rock.
Otra parada es al centro de visitantes,
arañar un poco de información antes de la inmersión en los árboles
más grandes del mundo. Lo más significativo es saber que tendremos
que esperar hasta que sea en punto para poder pasar por un
determinado tramo que se encuentra en obras. Además de eso, la
anécdota que tiene tanto de graciosa como de terrorífica de
encontrar un cartel en la puerta de entrada al centro de visitante
informando de que entrar con pistolas está prohibido. Esto es USA.
Por fin pasamos por el punto de espera
y poco después nos dan la bienvenida majestuosos árboles que exigen
lo máximo a la flexibilidad de nuestro cuello si queremos ver la
copa, y no solo son las secuoias sino también un tipo de pino
brutalmente altos. Adentrándonos en el parque paramos finalmente en
un lugar más poblado para acercarnos por primera vez a estos seres a
los que tan necesariamente debemos mostrarles admiración y respeto.
Buscamos un recodo en el camino donde dejar el coche y adentrarnos un
poco por los secretos de estos árboles. Es difícil tratar de
explicar con palabras lo que se siente al estar ante los seres vivos
más grandes del planeta, los mismos que llevan allí desde antes de
que nuestra civilización decidiera poner el contador de los años a
0. Testigos mudos, caminamos solemnes al tiempo que a veces nos
convertimos en niños para tratar de trepar un poco por estos dos que
están más unidos, o corretear sobre aquel otro gigante muerto que
yace en el suelo. A poco que se camina y se aleja uno de la
carretera es imposible no acordarse de los osos negros (Black Bears)
que se sabe por allí merodean, aunque hay tantas ganas como miedo a
verlos... aún no asoman el pelo, su pelo negro.
busca de la joya de la corona en estos lares: El
que es el ser vivo más grande de este planeta llamado Tierra. 83
metros de altura,11 metros de diámetro(33 de circunferencia), una
estimación de 1250 toneladas(más de 10 veces más que la ballena
azul, el que es el animal más grande que jamás haya existido).
Llegamos a él, ahí está, el General Sherman. El momento es un momento único, pero en honor a la
verdad huelga decir aquí que sería la primera vez de unas cuantas
en las que descubrimos que los lugares más emblemáticos estaban
ensuciados por la huella de la accesibilidad. Como una manía
patológica, estos yankis te llevan el camino hasta la misma puerta,
para que no haya turista de menos de 200kg ni de menos de 90 años
que se quede sin llegar hasta el monumento en cuestión. Es considerado por su
parte, pero se le roba gran parte de la magia.
Después de eso durante ese día y gran
parte del siguiente visitamos “La roca del moro”, pasamos con el
coche por debajo de una Secuoia derruida, visitamos el centro de
visitantes, conocimos otra comunidad de Secuoia más alejada, pasamos
parte de la tarde bañándonos en un remanso del río de la muerte,
cenamos, dormimos, y volvimos a viajar...pero eso, será otra
historia.
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