La mayoría de las personas que tienen mínimamente amueblada la cabeza son conscientes de que la parrilla televisiva deja mucho que desear. Del mismo modo, estas personas son conscientes del poder de la televisión. Los padres educan a los hijos pero,¿quién educa a los padres? La respuesta a esta pregunta aún en el siglo XXI sigue siendo la misma: Diosa televisión. La telepantalla orwelliana testigo silenciosa de las preocupaciones familiares y la inversión en unidades de tiempo que por desgracia nos llevan, frecuentemente, a deslucir la propia existencia.
Son los dueños del mundo desde hace tiempo muy conocedores del poder educativo(adoctrinador) de dicho electrodoméstico y por ende llevan tiempo planificando cuidadosamente las programaciones. Es mucho más fácil fomentar un espíritu consumista y poco analista. Pan y circo romanos... Fútbol y tertulias de la prensa rosa. Siendo conocedor de lo manido de este tema no me extenderé en estos pormenores de sobra conocidos. Por tanto, decía, en la eterna lucha de control de las programaciones, las distintas empresas se mueven exclusivamente alentadas por eso que ellos llaman índices de audiencia...Toda una terminología un tanto extraña, abstracta, ficticia y escondida según la cual, teóricamente, las empresas que pagan, deciden hacerlo o no, haciendo que por tanto, los programas perduren o no. Este es el dogma televisivo. El credo que todos aceptamos, aceptando a su vez los argumentos que nos dan para justificar la basura con la que nos bombardean...¿qué podemos hacer? Sólo nos queda rezar, especialmente los ateos, para que de cuando en cuando aparezca algo que cumpla con los fines educativos televisivos y nos ponga en la órbita real de la tan necesaria lucha ciudadana, y eso, a mí entender es lo que hace mejor que nadie de un tiempo a esta parte mi admirado Jordi Évole.
Con su pasado de tío plasta y sinvergüenza, El Follonero emprende un periplo en solitario de reportero porculero manejando como solo él sabe la ironía y el sentido del humor. Es cierto que en sus comienzos el ser impertinente y burlesco prevalecía en muchas ocasiones a la denuncia, aunque no siempre. Pero es evidente que con el transcurso de las últimas temporadas la madurez de los contenidos y el trato de los mismos ha crecido de una forma admirable, haciendo que para un servidor sea el espacio televisivo más ansiado cada semana(cierto es que no era dura la lucha),pero gustos personales aparte, la realidad es que Salvados ha mostrado ser un programa serio y extraordinariamente valiente que, sin dejar de hacernos sonreír( y reír a carcajadas) disecciona semanalmente una realidad escondida por los grandes medios de comunicación. Metiéndose hasta en los charcos, Jordi Évole, consigue a un ritmo vertiginoso un mosaico informativo que abre los ojos a todo aquél que se preste a ello. Necesario y admirable a partes iguales en estos tiempos que corren, su último parón ha dejado un pequeño vacío que mañana, afortunadamente, quedará subsanado.
Voz del pueblo y para el pueblo trabaja en la calle al tiempo que sube a los grandes despachos de los señores dueños de todo esto pidiéndole explicaciones, con una aparente ingenuidad muy hijadeputa, sobre sus puntos de vista, amargando a todo aquél que crea que podrá salir ileso y sin querer se ve empantanado en un lodozal. Además, por si lo anterior fuese poco, no se olvida de colarse en las casas de todo aquél, que aunque no lo diga, se nota que admira y casualmente no tienen voz en este sistema, para conversar amistosamente con ellos(Anguita, Carrillo, Vincent Navarro, Iñaki Gabilondo,José Luis Sampedro y un infinito etc) y así reincidir e insistir una vez más en eso de que se oigan las cosas que no se quieren decir.
Jordi Évole está gestando a fuego lento un caldo de cultivo revolucionario en esta sociedad abandonada por nuestros políticos.
Por todo lo dicho, y mucho más, solo puedo decir: Gracias...