Hablar del consumo de carne empieza a estar de moda. Antiguamente estaban por ahí los vegetarianos que eran como personas que se sabían que existían pero nadie realmente conocía a ninguno, y si lo conocía comía huevos, mantequillas y en muchas ocasiones hasta pescao. Ahora ya no quedan vegetarianos, pero en su lugar vienen pegando con fuerza los veganos, que vienen a ser como vegetarianos 2.0. Lo cierto es que el resto de los mortales que no pertenecen a este grupo tienden a presentar una animadversión importante hacia ellos, y ésta, suele ser recíproca. Y en este caso, no se sabe muy bien si fue antes el huevo o la gallina, si se me permite la expresión. Lo cierto es que muchos consideran que hay mucho "fanático" que impone su filosofía en esto de no comer carne, pero como son minorías, a las mayorías que tienen la razón del convencionalismo de su lado, se les suele pasar por alto que ellos no son menos radicales en la imposición de sus principios que los primeros. Como quiera que sea, es una decisión personal así que, de entrada por tanto, cada cual que haga lo que salga del alma. Sin embargo, hay muchas razones para poner sobre la mesa este debate y tratarlo como se merece, porque igual a la población del 2019 le interesa tomarlo en cuenta de la forma menos contaminada posible. Así que, mientras se meten unos con otros y se insultan entre ellos tratemos de analizar algunos datos.
En primer lugar, veamos las razones que suelen ser las primeras en motivar el paso al veganismo por parte de quien así lo quiere hacer y, muy posiblemente esta (no doy datos, digamos que me los invento) tiene que ver con la ética que los mueve a evitar el abuso animal. Y bien, en este caso, el razonamiento cae por su propio peso, hay, en esta población mundial de crecimiento sostenido, un incremento paralelo de los consumos de carne, tanto a nivel relativo como absoluto. Así, son cada vez más los animales utilizados en la industria cárnica. Como la carne se vende mucho y somos tantos y además vivimos en una sociedad capitalista que hace que cada cual trate de sacar el máximo beneficio posible, prima la eficiencia y el rendimiento en la producción, sin importar otros tantos aspectos, por lo que, a menudo, las condiciones para llevar a cabo este aumento de la rentabilidad sacrifican las libertades más esenciales de animales, normalmente, altamente evolucionados y, por lo tanto, con un sistema nervioso más complejo. Esto nos lleva a reconocer de una forma cada vez más clarividente un sufrimiento por parte de los animales así explotados. Por tanto, si quieres dejar la carne, está claro que el tema de la ética es una razón que estará de tu lado.
Por otro lado, se argumenta que la salud es un punto a favor de convertirse al veganismo, sus detractores, en cambio, dirán lo contrario. Lo cierto es que hay suficientes evidencias como para saber que un alto consumo de carne traerá de forma casi seguro, además de un incremento en el aporte proteico, también con las grasas...grasas de origen animal además, que en la mayoría de los casos son saturadas (las que no son buenas). Ya sabemos lo que pasa con el exceso de grasas, así que por ahí la cosa queda clara....pero en este caso estaríamos hablando de problemas relacionados con el abuso de carne, no con el hecho de comer carne en sí. Es cierto que hay otro problema asociado con el anterior y este es el hecho de que en la industrialización extensiva de la ganadería, el hacinamiento, las hormonas, los antibióticos o el estrés sean problemas muy a tener en cuenta en la calidad final del producto que, de un modo u otro, parece bastante razonable afectarán a tu propio producto, tu cuerpo. Sin embargo, aquí podemos sacar otro pero, y esto es que, una producción extensiva en la agricultura, de igual manera, salvando las diferencias, está expuesta a toda suerte de agentes químicos, modificaciones genéticas, etc. , ergo el debate sobre la idoneidad del alimentos en términos de salud está servido. Por otro lado, y para acabar con el aspecto de la salud, está claro que las personas veganas tienen que tener cuidado a la hora de complementar una serie de nutrientes que de forma recurrente pueden encontrarse en la carne pero no de forma tan común en productos no cárnicos o ni derivados de ellos, como puede ser el caso de la vitamina B12 la rivoflavina o los omega3. Está claro, como bien argumentan ellos, que estos haberlos haylos, solo que tendrán que tomar las preocupaciones suficientes para garantizar su ingesta, por lo que un vegano sí puede tener todos los nutrientes necesarios en su dieta, pero tal vez debe tomarse más molestias para ello. Por norma general, esto suele ser así por lo que su salud, como atestiguan no pocos estudios científicos, suele ser mejor que la de los "carnívoros". Para finalizar, en lo relacionado con el consumo de carne y la salud, debemos tener en cuenta que cada vez más estudios señalan que para la humanidad tendrá que afrontar graves problemas médicos debido a la presencia de bacterias superresistentes, estimando así que para el 2050, 50 millones de personas morirán por este hecho; y este hecho, a su vez, parece relacionarse, entre otras cosas, con el abuso de antibióticos en la ganadería extensiva.
Llevando dos aspectos que tienden a apuntalar al veganismo como opción, me detendré brevemente sobre otro que, aunque a veces algunos de ellos tratan de argumentarlo, el biólogo que hay en mí se bufa y no lo admite y es que, en no pocas ocasiones he tenido que leer u oír que nuestro pasado evolutivo no nos hizo carnívoros, o cosas similares, cuando esto viene a ser, más bien lo contrario. Pero como no quiero perder el tiempo aquí porque me quedan muchos temas que tocar invito a cualquiera a que dé un breve repaso en relación a la evolución humana más reciente y lo que la incorporación de las proteínas cárnicas a su dieta supuso en ciertos desarrollos cerebrales, y ya no tanto por la potencia nutricional de estas en sí, que también, sino por otros motivos como por la coordinación y cooperación que las técnicas de caza supusieron, sin duda, muy relacionadas con el desarrollo del habla, entre tantas otras cosas.
Y, finalmente llegamos a la madre del cordero: las razones medioambientales. Existen desde hace varias décadas una cantidad creciente de científicos, técnicos y expertos en general que nos advierten de la mala deriva que está tomando nuestra forma de estar en el planeta y de cómo ésta podrá acarrearnos consecuencias que irán, muy especialmente, contra nosotros mismos. Pero al mismo tiempo hay muchos negacionistas que parecen no estar de acuerdo. Se nos habla más que nada del cambio climático como paradigma del problema ambiental más acuciante que afrontamos, y en gran parte es verdad, pero tal vez, con esta obsesión climática olvidamos que no es, ni de lejos, el único problema al que nuestra civilización debe mirar de frente. Y en este aspecto, como siempre, el gran número que alcanza la población y la forma de consumir son las dos grandes causas detrás de cada problemática y la alimentación no escapa a estas. Así pues, la FAO en un informe de 2006 adjudica a la ganadería un 18% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero(GEI). Otros estudios más recientes han disminuido en algunos puntos esta cifra, aunque en cualquier caso sigue siendo muy elevada. Entre otras cosas ha trascendido a la opinión pública que solo el ganado vacuno es responsable de la mitad de las emisiones de metano(CH4) en el planeta debido a sus flatulencias, siendo este gas un GEI que contribuye individualmente de un modo mucho más potente al efecto invernadero, sin embargo, no es ni de lejos el motivo real o principal de semejante contribución a la emisión de GEI. Porque lo cierto es que los motivos de impacto de la industria ganadera extensiva son diversos. Resulta bastante esclarecedor si comparamos la cantidad de agua para conseguir un kilogramo de carne con la de un kilo de verdura. Aunque esta cantidad varía mucho según el tipo de carne, verdura, fruta o legumbre que sea; en cualquier caso, siempre será muy superior la utilizada para la producción de carne, siendo de unos 15000 litros por kilogramo para la carne de vacuno y unos 300 litros para un kilo de fruta, si bien es cierto que otros tipos de carne requieren mucha menos cantidad de agua.
Así mismo, la producción de carne requiere, obviamente, más superficie de terreno que, por ejemplo, la producción agrícola, entre otras cosas, para la producción de carne hace falta, como no puede ser de otra forma, producción agrícola de la que la carne que alimentamos se nutra. Así, sin irnos demasiado lejos, parece que detrás de esas noticias viralizadas de este verano sobre incendios en el Amazonas se encuentra la necesidad de obtener terreno destinado directa o indirectamente a la ganadería. De hecho, se estima, que el 80% de los incendios que ocurren en el Amazonas son con este fin.
Si todo lo dicho no fuese suficiente, no deberíamos olvidar otras problemáticas asociadas como son la desertización de los suelos debido principalmente al sobrepastoreo, así como la contaminación de aguas superficiales y subterráneas con diversos productos nitrogenados derivados de los orines y las heces.
Dicho todo esto, las relaciones de domesticación del ser humano con otras especies se remontan a la famosa revolución neolítica, hace ya casi 10000 años; y durante todo este tiempo no han existido la gran mayoría de las problemáticas relatadas hasta este momento. Tampoco la vemos en las bellas piaras de cerdos que se revuelcan por el fango esperando a ser alimentados con tiernas bellotas de encinares adehesados. La sostenibilidad en la producción ha existido y aún existe; hay múltiples ejemplos, sin embargo, una vez más nos encontramos con las problemáticas propias, no ya de nuestra especie, sino de nuestra civilización, por lo que para alimentar a tan amplio número de individuos con semejante sed de carne y necesidad de precios bajo se hace prácticamente imposible concebir otros modelos de producción, no es de extrañar por tanto que a menudo un kilogramo de fruta sea más caro que uno de carne.
Considerando todo lo anterior, mi conclusión es que hay que comer menos carne. No diré que haya que dejar de hacerlo, aunque me parece muy bien como opción, pero sí reducir muy significativamente el abuso que de ella y de los derivados de productos animales hacemos. Al mismo tiempo fomentar un tipo de producción sostenible y ecológica de tal forma que a los productores les compense y los consumidores se la puedan permitir; mientras que, de forma paralela, sigamos buscando en la educación una nueva conciencia ecológica, lejos de reproches, insultos y broncas, que busque en la sostenibilidad una piedra angular a partir de la cual ir creando un nuevo modelo económico y vital si acaso queremos soñar con tener un futuro no traumático.
Así mismo, la producción de carne requiere, obviamente, más superficie de terreno que, por ejemplo, la producción agrícola, entre otras cosas, para la producción de carne hace falta, como no puede ser de otra forma, producción agrícola de la que la carne que alimentamos se nutra. Así, sin irnos demasiado lejos, parece que detrás de esas noticias viralizadas de este verano sobre incendios en el Amazonas se encuentra la necesidad de obtener terreno destinado directa o indirectamente a la ganadería. De hecho, se estima, que el 80% de los incendios que ocurren en el Amazonas son con este fin.
Si todo lo dicho no fuese suficiente, no deberíamos olvidar otras problemáticas asociadas como son la desertización de los suelos debido principalmente al sobrepastoreo, así como la contaminación de aguas superficiales y subterráneas con diversos productos nitrogenados derivados de los orines y las heces.
Dicho todo esto, las relaciones de domesticación del ser humano con otras especies se remontan a la famosa revolución neolítica, hace ya casi 10000 años; y durante todo este tiempo no han existido la gran mayoría de las problemáticas relatadas hasta este momento. Tampoco la vemos en las bellas piaras de cerdos que se revuelcan por el fango esperando a ser alimentados con tiernas bellotas de encinares adehesados. La sostenibilidad en la producción ha existido y aún existe; hay múltiples ejemplos, sin embargo, una vez más nos encontramos con las problemáticas propias, no ya de nuestra especie, sino de nuestra civilización, por lo que para alimentar a tan amplio número de individuos con semejante sed de carne y necesidad de precios bajo se hace prácticamente imposible concebir otros modelos de producción, no es de extrañar por tanto que a menudo un kilogramo de fruta sea más caro que uno de carne.
Considerando todo lo anterior, mi conclusión es que hay que comer menos carne. No diré que haya que dejar de hacerlo, aunque me parece muy bien como opción, pero sí reducir muy significativamente el abuso que de ella y de los derivados de productos animales hacemos. Al mismo tiempo fomentar un tipo de producción sostenible y ecológica de tal forma que a los productores les compense y los consumidores se la puedan permitir; mientras que, de forma paralela, sigamos buscando en la educación una nueva conciencia ecológica, lejos de reproches, insultos y broncas, que busque en la sostenibilidad una piedra angular a partir de la cual ir creando un nuevo modelo económico y vital si acaso queremos soñar con tener un futuro no traumático.