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Charlie Hebdo resuena con
fuerza en nuestras cabezas, quizás también en nuestras almas,
haciendo que ese vínculo invisible que nos ata con la idea de
libertad se haya sentido golpeado con violencia, amenazado,
vulnerable; pero nunca en peligro de ruptura. Si la sinrazón ataca a
donde más duele, atacaremos nosotros precisamente con el arma(alma)
que ha sido atacada: libertad de expresión. Quieren todo tipo de
mentes fanáticas tapar las bocas de los que tienen ese maravilloso
defecto de no saberla tener cerrada. Quieren las mentes fanáticas de
todo tipo doblegar la voluntad de aquellos que, a pesar de la
educación del aborregamiento, la sumisión y la docilidad, se
empeñan en mantenerse siempre a flote. Siempre firmes. Nadie que
hable en representación de profetas que no conocemos terminará
callándonos por más que la sangre riegue las calles. Nadie por más
que en nombre de la defensa de la libertad pida precisamente
ajusticiar usando las mismas armas de la sinrazón conseguirán
acallarnos anteponiendo el miedo a la razón. Que no nos engañen: la
receta contra esta lacra no es blindarse contra ella. No es meter en
un mismo saco a toda una creencia. No es sembrar con odio frente al
que procede de otra etnia, cultura o religión.
Por supuesto, no seamos
ingenuos, el problema de la amenaza terrorista es una realidad que
lejos de haber llegado a su fin con los atentados de Londres sigue
vigente, cobrándose una nueva forma, tal vez más peligrosa, experta
y corrosiva. Por tanto, en ese sentido, hay que utilizar nuestras
herramientas como sociedad organizada para defendernos frente a esta
amenaza. Sin embargo, todos los problemas, y más los de esta índole,
tienen múltiples aristas, responden a múltiples causas, haciendo
que su complejidad sea altísima y la manera de afrontarlos, del
mismo modo, compleja. Un planeta donde la población crece
sistemáticamente a la par que las desigualdades y el deterioro
ambiental será, como ya vinieran anunciando desde hace décadas feos
agoreros de gran reputación, un caldo de cultivo donde
inevitablemente la crudeza y la violencia proliferarán. Por otro
lado, seguimos mostrando cierta hipocresía cuando no queremos ver
relación alguna entre las formas de actuar de nuestras fuerzas
militares en Oriente Medio y el recrudecimiento de las prácticas
terroristas yihadistas. Evidentemente esto no se soluciona de un día
para otro ofreciendo una flor(no seamos ingenuos). Pero hay que
ofrecer flores, defenderse y crear estrategias para no ser golpeados
por el fanatismo religioso, pero crear políticas de mano tendida
cooperación y búsqueda de resolución de conflictos. Hay que seguir
apostando por un planeta donde las desigualdades lejos de
incrementarse comiencen a desaparecer o todo tipo de paz social será
vulnerada con los años. Plantear recetas que responden con las
mismos pretextos pero en la dirección antagónica no ha sido ni será
nunca la solución.
Por último invitar a una
reflexión a modo de conclusión: se nos llena la boca hablando del
derecho a la libertad de expresión cuando como parte de una
sociedad libre nos sentimos atacados en nuestros cimientos más
fundamentales. Sin embargo, pareciera que no nos escandalizamos
cuando dicho derecho es vulnerado por grandes estamentos de nuestra sociedad que velan precisamente por
nuestras libertades y, por ejemplo, imputan y condenan en nombre de
“apología al terrorismo” a todo aquel artista o comediante que
pretende hacer sátira. Que pretende poner una nota disonante que
venga a recordarnos que dichos derechos se ganan precisamente
ejerciéndolos. A muchos, que tal vez somos así de mal pensados, nos
da por pensar que detrás de dichos movimientos se esconden
precisamente oscuras formas de acallar voces y esto, aún de una
forma mucho más sutil y menos cruenta, sigue siendo una forma de
coartar y querer cercenar este derecho tan básico con el que tanto
nos gusta presumir y sacar pecho para sentirnos libres: bendita
LIBERTAD DE EXPRESIÓN