Hace unos 11 años, por
estas fechas, un joven yo, embaucado por la vitalidad de los recién
cumplidos veinte años y con una fuerte conciencia ambiental
creciente debido a la carrera elegida y al inconformismo propio de
los años, se encontró a sí mismo paralizado frente al televisor
cuando estos hablaban de una emergente Marea Negra sobre las costas
gallegas. La indignación, la tristeza, la impotencia fueron por
muchos días en aumento. El odio encontró un objetivo recurrente en
los dirigentes políticos señores miembros del Gobierno, que
vendrían a serlo por muchos años hasta hoy. La conversación y el
debate también resultaban recurrentes por esos días, y a la peor de
las incompetencias gubernamentales se sumó la mejor y más tremenda
de las formas de solidaridad. El pueblo español, especialmente los
jóvenes, se unieron como piña y emigraron por unos días hasta
aquellas maltratadas costas: La Marea Blanca.
Aún hoy, y por siempre,
conservaré esa pequeña espinita clavada habiendo estado tan cerca
de ir y finalmente no hacerlo. Sea como fuere la conciencia
ambiental, la unión ciudadana, la solidaridad y un incipiente
hartazgo de la clase política fueron patrón común en esos meses.
Nunca Mais gritábamos todos sintiéndonos un poco más Gallegos.
Dolía ver a gaviotas, cormoranes, tortugas, nutrias, delfines e
incluso focas. La pesca cerrada. Las costas negras. El chapapote se
convirtió, por desgracia, en la palabra de moda, y a cada
informativo nos inundaban con nuevas imágenes de nuevas oleadas de
chapapote tiñendo de negro la Costa D´morte. Pero también Asturias
y hasta Francia.
Frases célebres
inmortalizaron nuestros dirigentes por los días previos de las
navidades del 2002. Uno que después hubo de ser Presidente del
Gobierno y que por entonces era Ministro de interior, dijo que lo que
salía del barco (cuando aún quedaban más de 30 mil litros de
crudo) eran “unos pequeños hilillos de plastilina”. Jaume Matas,
conocido por ser el prota del caso Noos y el penúltimo mafioso de la
Isla Mallorquí era el máximo responsable en materia de Medio
Ambiente. Sí señor, no lo dude ud., este individuo era el ministro
de Medio Ambiente. El Ministro de Fomento, el señor Cascos, andaba
de caza, y Cañete, responsable de Pesca, tampoco supo estar a la
altura. Desde un primer momento el poder lo tuvo claro: la vieja
táctica de la cabeza de turco. Fue el capitán del barco el señalado
(como no podía ser de otra manera). De nada sirvió que dieran la
orden de no acercar el barco una vez roto, aun cuando todos los
expertos coinciden en señalar que de otro modo la desgracia hubiese
disminuido notablemente. Nada. Desde un primer momento, a pesar de la
indignación colectiva el asunto pintaba mal. Y la década pasó. Se
fueron los populares, llegaron los socialistas, se fueron los
socialistas, volvieron los populares. 11 años después el hartazgo
es mayor en todos los sentidos y la calidad ambiental es,
evidentemente, aún inferior a entonces. Nada aprendemos, nada
mejoramos. Y el juicio llega.
También es nada.
Nada somos los que
queremos que esto sea algo.
Pero volvemos a caer.
Volvemos a evidenciar que somos tristes, mansos, desgraciados y
vulnerables ante las decisiones que emanan del poder, que no es el
pueblo por más que con un sufijo griego se empeñen en etiquetarnos.
Nada de Demos. Nada de nada. Solo un plano que torna negro, 11 años
después. Negro Fuel. Negro Crudo. Negro de alas embadurnadas. De
peces muertos. De trajes blancos manchados. Negro chapapote. De
Costas de la muerte. Negro de estar negros y no valer de nada.
Nunca Mais, aunque ellos
no piensen lo mismo