No es noticia el hecho de constatar una vez más que no haya
mayor oportunista político-mediático que el señor Pedro J Ramírez.
Cual chupóptero vampiresco, con su blanquecina tez y su perfecto
engominado pelo negro patrás, huele de lejos los posibles escarnios
políticos, se mueve entre las sombras, rebusca en la basura,
codeándose con lo “mejor” de cada casa para al final poder
soltar la tan esperada bomba, y al final conseguir el doble propósito
que más le mueve: aumentar la tirada de ventas y más aún,
alimentar su propio ego. Decrépito hombre decrépito que a Maquiavelo
recuerda, debió sentir envidia por los papeles de “El País” y
se puso bien las pilas. Resulta fácil imaginárselo comiéndole la
oreja al extesorero del PP para convencerlo de fraguar con él y su
periódico la posible conspiración, tan expertos ellos en eso de
conspiraciones, en caso de venganza. Y así está siendo, y así
presumiblemente será. Así pues, por más que las intenciones sean
de dudosa cuantía moral, no deja de ser cierto que la bomba ha
estallado, o mejor sería decir que una nueva bomba ha vuelto a
estallar en los cristales de la calle Génova haciendo que su onda
expansiva se note más que en otro lugar en la Moncloa. Pero el
inquilino de la Moncloa parece conocer algún tipo de primitivo
antídoto contra dichas ondas y consigue, a pesar de parecer
imposible para ojos ajenos, vivir en relativa calma. Se ve que el
método de este último inquilino es una copia perfecta de aquel otro
de ave grande no voladora: enterrar la cabeza y esperar. Y por más
que a nosotros, amigos de la democracia y la lógica, nos pueda
parecer imposible que dicho método, cobarde y estúpido, pudiera
resultar útil para su propósito, nos descubrimos errados cuando
vemos que sí, que lo es. Debe ser que el presidente inquilino
aprendió de los mejores en tácticas maquiavélicas.
Y con la misma autoridad moral que los
anteriores pide el líder de la oposición explicaciones haciendo una
vez más de Maquiavelo un pretexto perfecto. Los conservadores
nacionalistas por otro lado, se acuerdan del refrán de las barbas y
el vecino y más o menos prestan ayuda y comprensión, haciendo
relucir de nuevo la imagen de Maquiavelo. La pelota por aquí, la
pelota por allá. La mierda que sube, vuelve a subir y lo inunda
todo, y aquí, señoras y señores, contrarios a Maquiavelo y amigos
de la democracia, no ha pasado nada...