Arde Atenas mientras, desde la seguridad de los muros del parlamento, el gobierno pseudopolítico aprueba las medidas que Alemania, FMIs y Banco Europeo obligaron para que el país evitase la bancarrota. Contradicciones que nublan la razón y hacen que dudemos de nuestro futuro. Contradicciones que hacen que, para algunos más pesimistas, el fantasma de la tragedia griega nos esté esperando detrás de la esquina. Muchos dicen, sacando pecho y poniendo la voz solemne de los que saben de lo que hablan(o creen saber), que la situación no es comparable; que Grecia lo estuvo haciendo extremadamente mal desde hace muchos años y que ahora merece quemarse en la hoguera(nunca mejor dicho). Tratan de que entendamos y aprobemos las medidas aprobadas contra el pueblo griego prestándonos unos débiles argumentos que gustosamente repetimos cual papagayos... !Qué buenos fuimos siempre en eso de repetir cual papagayos! Lo cierto es que a poco que uno mire con cierta proyección y perspectiva es irremediable que cierto resquemor haga palidecer la mejilla, haciéndonos por un breve instante sentir el frío sudor que paraliza la espalda. Temores, incertidumbres...
Es difícil pensar que luchar contra las fuerzas del Estado, en desigualdad de condiciones, conduzca a ningún lado. Sin embargo, es más improbable pensar que llegados a semejante punto, la poca dignidad que reste no empuje a dicha batalla. Sea como fuere, es triste la batalla griega, y es triste ser insolidarios. De fondo suena desde mi ordenador voces de parlamentarios griegos que con gesto compungido anuncian al pueblo que les darán por el culo, para satisfacción de Merkel y sus amigos. Parece que volverán a ganar una batalla más, pero esto no significa que la guerra haya terminado. Muy al contrario, es probable que esto no sea más que el comienzo.
Arde Atenas, mientras desde el otro lado del Mediterráneo aún nos planteamos si poner nuestras barbas a remojar...